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'Una Ley fraudulenta'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 14 de Marzo de 2024
Cartel, en una marcha feminista.
Tele 5
Cartel, en una marcha feminista.

Hace justo un año, las feministas alertaron de que la Ley 4/2023 para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI era un fraude. Más allá del posicionamiento contrario a su articulado en el que se consolidaba el menosprecio a la categoría jurídica mujer y se abría la puerta de par en par a la hormonación y mutilación de los cuerpos sanos de jóvenes que sufren disforia, ellas alertaron de la ausencia de cualquier mecanismo legal que impidiera el fraude. Nadie escuchó sus voces, como siempre, y quienes se felicitaban por el texto normativo aprobado en las postrimerías del 8 de marzo de 2023, ahora señalan con el dedo a algunos por beneficiarse de aquellos aspectos que todos aplaudían con gran alborozo y muchos colorines.

Nada en su aspecto externo hacía presagiar tan meteórica evolución y, sin embargo, ahí están, felices de haber encontrado la forma de dar salida a aquello que les bullía en lo más profundo de su ser y que nunca compartieron con nadie, excepto con su propio yo travestido de identidad de género

En los últimos meses han sido objeto de entrevistas en distintos medios de comunicación un número significativo de integrantes de cuerpos uniformados -militares y guardias civiles- que, de la noche a la mañana, se han convertido en mamás, hermanas, primas, tías, hijas o vecinas. Nada en su aspecto externo hacía presagiar tan meteórica evolución y, sin embargo, ahí están, felices de haber encontrado la forma de dar salida a aquello que les bullía en lo más profundo de su ser y que nunca compartieron con nadie, excepto con su propio yo travestido de identidad de género.

Y claro, esto les ha sentado muy mal a quienes se han erigido, desde hace muchos años, en la categoría pata negra del asunto desde el travestismo primero, después en el transexualismo y ahora como portadores ese gran paraguas trans bajo el que se refugian los más de trescientos géneros ya acuñados por gentes a las que fichar en el trabajo a las ocho de la mañana no les quita tiempo para idear tanta memez. Ahí tenemos a grisexuales, lithsexuales, sapiosexuales o biflexibles.

El sexo no puede cambiarse. Y, por supuesto, también son ‘auténticas’ quienes pasen el filtro de quienes ellos digan. ¡Faltaría más!

Con ese enfado transmitido a través de las redes sociales e incluso por algún medio de comunicación, se han apresurado a decir que esos que se llaman a sí mismos mujeres tras cambiar la mención relativa al sexo en el Registro Civil pero no su nombre ni apariencia externa, están cometiendo un fraude. Que las ‘verdaderas mujeres trans’ son las que se dejan el pelo largo o llevan peluca, se calzan tacones, tunean sus facciones a base de maquillaje, toman hormonas, se ponen nombres de vedette y, en ocasiones, pasan por cirugías para cambiar la apariencia de sus genitales, aunque si alguien descubriera su enterramiento dentro de mil años certificarían sus restos como los de un varón. El sexo no puede cambiarse. Y, por supuesto, también son ‘auténticas’ quienes pasen el filtro de quienes ellos digan. ¡Faltaría más!

Es imposible esconder la sonrisa cuando se escuchan estos argumentos porque resulta que, en sólo un año, está ocurriendo todo lo que dijeron las feministas que iba a pasar mientras los que ahora gritan ¡fraude de Ley! siempre defendieron que jamás veríamos tal cosa

Es imposible esconder la sonrisa cuando se escuchan estos argumentos porque resulta que, en sólo un año, está ocurriendo todo lo que dijeron las feministas que iba a pasar mientras los que ahora gritan ¡fraude de Ley! siempre defendieron que jamás veríamos tal cosa. En estos días, desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales y más (FELGTBI+) se está pidiendo a la Fiscalía que actúe “con contundencia” contra los “fraudes” de la Ley Trans tras los casos de los militares que han aparecido en distintos medios comentando su nueva identidad. Según esta organización transactivista, estas ‘nuevas mujeres’ “aparecen en los medios con el objetivo evidente de burlarse al hacerse pasar por trans de forma grotesca”.

Francisco Javier -esteticista y soldado sevillano-, Roberto -cabo del ejército- y el “número considerable”, según El Faro de Ceuta, de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas que han realizado el cambio de la mención de sexo en el Registro ceutí, sólo han ejercitado su derecho y no han cometido ningún fraude porque el texto legal aprobado el 28 de febrero del pasado año no contempla ninguna sanción para hipotéticas situaciones en los que se utilice la ley de manera engañosa.

Un año llevan las feministas advirtiendo de que el fraude es la propia Ley y ahora tienen que escuchar clamar al cielo a aquellos que tanto la defendieron, simplemente, porque entienden que sólo ellos pueden disfrutar de este privilegio

Es imposible demostrar que cualquiera de las personas anteriormente mencionadas está cometiendo un fraude porque la Ley sólo contempla para poder acogerse a ella dos requisitos: tener la nacionalidad española y ser mayor de dieciséis años (Título II, Capítulo I, Artículo 43). 

Un año llevan las feministas advirtiendo de que el fraude es la propia Ley y ahora tienen que escuchar clamar al cielo a aquellos que tanto la defendieron, simplemente, porque entienden que sólo ellos pueden disfrutar de este privilegio. No se puede pedir a nadie que distinga entre las mujeres trans verdaderas y las suplantadoras porque cuestionarlo es transfobia o delito de odio. Y ahí sí se puede echar mano de la Ley para aplicar las sanciones contempladas en un extenso Título IV.

El Feminismo ha sacado las sillas para ver el espectáculo en el que se han enzarzado la FELGTBI+ pidiendo a la Fiscalía que actúe porque se ha cometido un fraude y a la asociación de militares Trans No Normativos (TNN) que acusa a los anteriores de transfobia. Ya era hora de que, en medio de este delirio colectivo, las feministas pudieran disfrutar un ratito viendo como la estulticia se cuece en su propia salsa. Nada como tensar la cuerda al límite para que acabe rompiéndose.

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.