'La invasión de Ucrania, el auge populista, y el error de tropezar de nuevo con la misma piedra'

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 27 de Marzo de 2022
Beso pintado en la calle del Bisbe de Barcelona -junto a la plaza de Sant Jaume-, protagonizado por la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso y el líder de Vox Santiago Abascal.
Salvatore Benintende, más conocido como Tvboy.
Beso pintado en la calle del Bisbe de Barcelona -junto a la plaza de Sant Jaume-, protagonizado por la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso y el líder de Vox Santiago Abascal.
'El nuevo Reichstag ha realizado más cosas en media hora que el parlamentarismo del sistema en medio año'. Victor Klemperer, La lengua del Tercer Reich

El nazismo y los fascismos encontraron su semilla en la concatenación de crisis económica, desgaste de las democracias y el abuso de la propaganda populista. Con la inestimable ayuda de todos aquellos que decidieron mirar a otro lado; por miedo, conveniencia, equidistancia, o puro y mero desinterés. Con frases como la que encabeza el texto pusieron en jaque y deslegitimaron a la República de Weimar. Mensajes parecidos a los que los líderes populistas de extrema derecha europea, incluido España, dictan hoy día como supuesta solución a todos los problemas. La burocracia de la democracia y los parlamentos democráticos, especialmente el europeo, son culpables. Los políticos, salvo ellos, no sirven para nada y la política no es una profesión digna (salvo si la ejercen ellos).

Los fascismos y similares movimientos que sembraron el terror, y cuyas semillas hoy día perviven, siempre actúan de manera similar. Lo hace Rusia con la invasión de Ucrania, y lo hacen los que durante estos años le han seguido el juego a Putin dentro y fuera de Rusia; por miedo, conveniencia, equidistancia, o puro y mero desinterés

Los fascismos y similares movimientos que sembraron el terror, y cuyas semillas hoy día perviven, siempre actúan de manera similar. Lo hace Rusia con la invasión de Ucrania, y lo hacen los que durante estos años le han seguido el juego a Putin dentro y fuera de Rusia; por miedo, conveniencia, equidistancia, o puro y mero desinterés. Lo hacen los que se aprovechan de esta concatenación de terribles circunstancias (dos años de pandemia, agresión y barbarie rusa, guerras geopolíticas con la energía y el combustible como materias primas, etc.). Destruyen, nunca construyen con sus críticas, usando estas crisis meramente en su beneficio electoral. Siempre han utilizado las debilidades naturales del consenso democrático para socavar los valores del diálogo político y social.  Lo triste es que no hayamos aprendido nada y les permitamos poner en jaque libertades y derechos que tanto nos ha costado ganar.

Ese es el mantra de la extrema derecha; Todo es simple, o nosotros o el caos (en su mayor parte alentado por ellos). Si proponen algo son soluciones simplonas cuya puesta en práctica nunca entran a desgranar en toda su complejidad, ni a valorar las dificultades de su puesta en marcha o qué pasaría si no tuvieran ningún efecto

Primero se pone en cuestión a los políticos. Dedicarse a la política no es honesto dicen, y solo buscan su propio interés, salvo ellos que sí son honestos, aunque lleven toda su vida dependiendo del dinero público para vivir, o en sus profesiones hayan mostrado casos flagrantes de mala práctica. Ninguna solución es buena, salvo la que ellos propongan. No entran en la complejidad de los asuntos públicos, ni buscan consensos. Proponen soluciones simplonas, meros lemas que además vienen acompañados de mano dura, contra los inmigrantes, que no tienen nada que ver con los problemas que haya, pero a alguien hay que culpar, o resulta que, el problema es hablar de la violencia brutal contra las mujeres en términos de género. Mujeres que sufren violencia de género, pero dicen que no es para tanto, solo un poco de violencia intrafamiliar que se va a veces de las manos. Toda violencia es igual dicen, como si el 99,9999 de los casos no terminara con la muerte de la mujer o el asesinato de los hijos para hacerles daño por parte del varón. Ese es el mantra de la extrema derecha; Todo es simple, o nosotros o el caos (en su mayor parte alentado por ellos). Si proponen algo son soluciones simplonas cuya puesta en práctica nunca entran a desgranar en toda su complejidad, ni a valorar las dificultades de su puesta en marcha o qué pasaría si no tuvieran ningún efecto. Buscan el impacto del lema, no la complejidad de la política.

La realidad que no terminamos de aceptar es que no existen soluciones sencillas, ni fáciles, ni inmediatas, a los problemas que tenemos. Ni a la crisis de los precios de la gasolina, o a otros combustibles, ni al precio de la electricidad, ni a la inflación, y menos a creer que el problema de la invasión de Ucrania se debe a que falló la diplomacia o que bastaría por el contrario con mano dura y armas nucleares

Tienen la solución a cualquier problema, de manera sencilla, si ellos llegasen al poder. La realidad que no terminamos de aceptar es que no existen soluciones sencillas, ni fáciles, ni inmediatas, a los problemas que tenemos. Ni a la crisis de los precios de la gasolina, o a otros combustibles, ni al precio de la electricidad, ni a la inflación, y menos a creer que el problema de la invasión de Ucrania se debe a que falló la diplomacia o que bastaría por el contrario con mano dura y armas nucleares. Eso es como pensar que se hubiera podido evitar la invasión de Polonia y la Segunda Guerra Mundial con esfuerzos diplomáticos y cediendo a las pretensiones de Hitler. El gobierno español, la Unión Europea, podrán hacerlo mejor, no cabe duda, pero que los problemas que nos agobian en esta actual crisis, y agobian a los trabajadores con toda la razón del mundo, no tienen soluciones fáciles, ni sencillas, ni inmediatas, debería ser obvio para cualquiera que decida ejercer los dos dedos de frente de sentido común que tenemos como seres racionales. Más allá de memes e indignaciones de protestas en las redes sociales que suelen irse de las manos, porque no dependen de ninguna estructura y siempre quedan en manos de los más exaltados. Las protestas pueden ser, y de hecho son, legítimas. Al igual que la necesidad de buscar soluciones de manera urgente, pero permitir que unos barbaros antidemócratas las lideren o se apropien del malestar, con demagogia simplista, no es legítimo. La complejidad política, económica y moral debería ser asumida, en este contexto, no solo por la clase política, sino por toda la ciudadanía responsable. Estamos sufriendo una concatenación de crisis internacionales, con causas que poco o nada tienen que ver con políticas nacionales.

Ese es el mantra de la extrema derecha; Todo es simple, o nosotros o el caos (en su mayor parte alentado por ellos). Si proponen algo son soluciones simplonas cuya puesta en práctica nunca entran a desgranar en toda su complejidad, ni a valorar las dificultades de su puesta en marcha o qué pasaría si no tuvieran ningún efecto

Sucede lo mismo con la agresión rusa a Ucrania, cuando tratamos de simplificar con un no a la guerra la solución. Toda guerra es una barbarie, es la ciencia de la destrucción, el abandono de toda dignidad. Toda guerra es un fracaso del ser humano. Únicamente personas con graves problemas de psicopatía o con tendencias sociópatas, incapaces de sentir empatía por toda la barbarie que inocentes sufren, se mostraría impasible. El dilema moral se produce cuando nos vemos incapaces de distinguir entre el agresor y el agredido. Ninguna guerra es justa decimos. Y hay razón en ese dicho, pero algunas guerras son más injustas que otras. La Agresión al régimen republicano y democrático en España durante la guerra civil, y cómo los países democráticos miraron a otro lado, fue injusto. Pretender que los ucranianos como pueblo soberano agredido se rinda sin luchar, para que no sufran, siendo ellos los que desean no hacerlo, también es sufrir injusticia.  Son injustas otras guerras y masacres olvidadas, en países que no se encuentran a nuestras puertas, y que no pueden aportar gas o grano o lo que sea a nuestros mercados. Son igualmente bárbaras e igualmente condenables. Como nuestra inacción ante ellas, pero lo que no podemos hacer es porque eso suceda, no tener claro que Ucrania es un país soberano que está siendo destruido sin piedad y que tiene derecho a defenderse y pedirnos ayuda para ello.

Putin con tal de desestabilizar las democracias occidentales no discriminaba, se trataba de alentar la división interna de las mismas, le daba igual mirar a extrema derecha o extrema izquierda, solo deseaba una Europa frágil y desunida para que no pudiera alzar la voz ni resistir a sus agresiones

 Denunciamos la violencia, así en general, con el no a la guerra, porque deseamos mantener cierta equidistancia. Son culpables unos y otros dicen algunos. Rusia está gobernada por un tirano sin escrúpulos, y la OTAN le ha presionado demasiado estos años. Ambas cosas son ciertas, pero hay una diferencia sustancial. Una organización, la OTAN, depende en su mayoría de democracias asentadas, la otra parte, Rusia, dirigida por un régimen autoritario que no respeta las libertades, que ha agredido brutalmente a un país soberano negándole su derecho democrático a elegir su destino. El régimen de Putin ha alimentado durante la última década cualquier movimiento extremista de Europa, sea financiándolo directa o indirectamente, sea invadiendo los medios de comunicación con noticias falsas. De ahí las simpatías que estos años han mostrado los líderes neofascistas europeos con Putin, con quien estaban deseosos de fotografiarse, y a quién aplaudían cuando tomaba medidas contra la homosexualidad porque congeniaba con sus ideas o con políticas ultraconservadoras y que atentaban contra las libertades. Putin con tal de desestabilizar las democracias occidentales no discriminaba, se trataba de alentar la división interna de las mismas, le daba igual mirar a extrema derecha o extrema izquierda, solo deseaba una Europa frágil y desunida para que no pudiera alzar la voz ni resistir a sus agresiones.

La tormenta perfecta nos asola en política, en sociedad, en economía, y en lo moral. Si queremos mantenernos como una democracia plural y libre, no podemos cometer los mismos errores que nos llevaron en el siglo XX a una devastación que puso en jaque a la civilización. Si permitimos que las soluciones populistas enquisten el ambiente social y político, estaremos cometiendo el mismo error que hace tantas décadas. No tropecemos dos veces en la misma piedra. Seamos sensatos al analizar las situaciones que estamos viviendo. Critiquemos lo criticable sin caer en populismos, ofrezcamos soluciones reales en el contexto en el que estamos, y arrimemos un poco el hombro, sin dejarnos llevar por la ira y el odio, que no solucionan nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”