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Pedro Sánchez, en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso.
Vaya por delante mi respeto a las formas y fondos con los que cada formación política ejerce la oposición. Incluso si ésta se ejerce embarrando el terreno de juego, buscando ruido y bronca, desviando la atención de lo fundamental, incluso acreditando de manera inequívoca y fehaciente una profunda insustancialidad política. Qué es lo que está ocurriendo, en mi opinión, con la labor "opositora" de las derechas políticas y mediáticas, en este inicio de la legislatura nacional. Será la ciudadanía quien determine el acierto o error de dicha labor de oposición. Como, por cierto, ha sido la ciudadanía, quien ha determinado el resultado electoral hoy existente, y ha otorgado a cada fuerza política la representación que actualmente ostenta.
Tanto más cuando de manera recurrente, la oposición utiliza el manido recurso al "interés general de España", pues ahí es donde cada cual tenemos una percepción de qué sea y cómo se defienda dicho interés, y por tanto, no quede más remedio que recurrir a la legitimidad democrática y a las mayorías parlamentarias para que sean éstas (y nadie más) quienes determinen dicho interés
Pero ese respeto implica, lógicamente, que se pueda y se deba opinar sobre dicha tarea de la oposición, que se pueda y se deba incidir en aquellos aspectos que nos resulten especialmente llamativos, y que se pueda y se deban remarcar las negativas consecuencias que determinadas maneras de hacer oposición, pueden traer a la convivencia democrática de nuestra sociedad. Tanto más cuando de manera recurrente, la oposición utiliza el manido recurso al "interés general de España", pues ahí es donde cada cual tenemos una percepción de qué sea y cómo se defienda dicho interés, y por tanto, no quede más remedio que recurrir a la legitimidad democrática y a las mayorías parlamentarias para que sean éstas (y nadie más) quienes determinen dicho interés. No existe otro parámetro que éste para dilucidar dónde está el interés general del país, y bien harían las derechas políticas en asumirlo a la mayor brevedad.
Hoy, en España, el interés general lo determina el programa político, económico, social y territorial que sustenta al Gobierno de la nación, presidido por quien obtuvo la confianza mayoritaria del Parlamento en la sesión de investidura, que tiene nombre y apellidos. Que dicho programa puede complementarse, incluso modularse, con aportaciones de otros grupos políticos, que no estén en franca contradicción con el mismo, no sólo es práctica política habitual y correcta, sino que además, en las actuales circunstancias políticas, sería deseable y conveniente. Pero que los grupos de la oposición pretendan partir de sus propios postulados, no apoyados por la mayoría de españolas y españoles, para conformar acuerdos políticos y desbloquear asuntos de Estado, no es sólo una irrisoria e insolvente actitud política, sino que choca frontalmente con los más elementales principios de la democracia parlamentaria y de la lógica mas primaria.
Hoy, en España, el interés general lo determina el programa político, económico, social y territorial que sustenta al Gobierno de la nación, presidido por quien obtuvo la confianza mayoritaria del Parlamento en la sesión de investidura, que tiene nombre y apellidos
Apelar al interés general para justificar tan irresponsable actitud es simplemente no querer participar de la búsqueda de soluciones ampliamente compartidas. Es parapetarse en la carencia de estrategias de altas miras y es retratarse ante la ciudadanía como opciones políticas que sólo buscan desesperadamente el bloqueo de las soluciones. Puede resultar comprensible que las derechas mediáticas se empeñen, cada día, en reproducir decenas o centenares de la misma línea editorial, que además resulta obscenamente simple y nada creíble: el Gobierno (al que califican de mil maneras, menos de la única que es indubitable, y es que es plenamente legítimo) vende España, se arrodilla ante sus enemigos y nos caerán encima todas las tragedias conocidas.
Ya digo, puede ser comprensible este empeño en repetir el mantra de que "viene el lobo", aunque resulte reiterativo.
Pero que las derechas políticas reproduzcan esta infantil estrategia resulta ya un síntoma muy negativo, pues la ciudadanía aprecia que sobre sus cabezas no se cierne ningún apocalipsis, todo lo contrario, se aprueban medidas sociales y económicas que mejoran su día a día y que abren expectativas de un mejor futuro
Pero que las derechas políticas reproduzcan esta infantil estrategia resulta ya un síntoma muy negativo, pues la ciudadanía aprecia que sobre sus cabezas no se cierne ningún apocalipsis, todo lo contrario, se aprueban medidas sociales y económicas que mejoran su día a día y que abren expectativas de un mejor futuro. La gente observa que existe un Gobierno ocupado y preocupado de sus derechos, que legisla sobre ellos, que abre espacios de encuentro y diálogo para abordar soluciones, y que muestra sensibilidad ante las nuevas demandas. En definitiva, que identifica el interés general de España con el interés general de todos y cada uno de los ciudadanos españoles.
Ante el paupérrimo panorama que ofrece la actitud política de la oposición, hace bien el gobierno y sus portavoces públicos en reclamar que nos dediquemos "a lo nuestro", a gobernar para la mayoría, en hacer que la atención se centre en las medidas legislativas y ejecutivas, en explicar y hacer comprender dichas medidas y sus beneficios colectivos. En definitiva, en defender el interés general y en hacer que se note. Exactamente para lo que se ha votado a las opciones políticas que conforman el gobierno.