Incivismos en la ciudad compleja (Parte II)
Escribí en Abril del pasado año la primera parte de este post, "Incivismos en la ciudad compleja", al hilo de varios análisis que coincidían en la idea de que la ciudad, o parte de ella, se ha vuelto incívica y que las ciudades ofrecen episodios que no contribuyen, precisamente, a proyectar una imagen de civismo. Hoy continúo la reflexión al hilo de dos polémicas, en las que no tomaré partido, pero que describen a la perfección el grado de incomprensión que se puede alcanzar a la hora de abarcar, con perspectiva, las complejidades de la convivencia ciudadana en el ámbito urbano.
El equilibrio en la distribución de equipamientos e infraestructuras es algo básico a la hora de diseñar la ciudad y sus barrios. Así lo exige la garantía en la igualdad de acceso a los mismos de toda la población, al margen de su lugar de residencia. Incluso es perfectamente defendible, y más desde una perspectiva progresista, el primar a determinadas zonas con más y mejores equipamientos, para equilibrar otras circunstancias de peor situación económica y social, incluso de situaciones de marginalidad. Es evidente que la nueva infraestructura traerá consigo nuevas y mejoras dotaciones de servicios públicos (transporte, espacios libres, zonas verdes, limpieza,. etc..) a la zona, contribuyendo así a la justicia urbana, en toda su dimensión.
Tampoco contribuye a la solución, estigmatizar personas, colectivos o barrios, convirtiéndolos en los chivos expiatorios de nuestras contradicciones y nuestros temores; y mucho menos usándolos como aliviadero de una hipócrita doble moral
Al margen de los procesos previos de debate e información, que sin duda habrán sido mejorables, sólo cabe calificar de escasamente cívicas, en el sentido de esta reflexión, las reacciones habidas al respecto del traslado de la Escuela oficial de idiomas al distrito norte de Granada. No se ha proyectado una imagen de civismo, en la línea que desarrollaba en la primera parte de este post.
Decía, y mantengo, que lo que siempre se ha demostrado inútil es responder a la complejidad con la simple respuesta emocional. Tampoco contribuye a la solución, estigmatizar personas, colectivos o barrios, convirtiéndolos en los chivos expiatorios de nuestras contradicciones y nuestros temores; y mucho menos usándolos como aliviadero de una hipócrita doble moral.
También constituye un importante foco de debate, el nivel de "aguante" que sectores ciudadanos han de soportar al respecto de actividades o hechos que forman parte de la llamada "tradición" de la ciudad, incluso cuando éstos implican una evidente molestia para el conjunto. Molestia que cada cual soporta como considera, pues en eso consiste, la convivencia ciudadana, que cada cual deba soportar, equitativamente, determinados excesos del resto, en aras a dicha convivencia. Equilibrio que no debe romperse a favor de nadie, pues entonces entramos en la fase de que una parte de la ciudad se impone a la otra, y eso no es convivencia. Como en el ejemplo anterior, al margen de que el proceso previo de información y debate, sea mejorable, también cabe calificar de poco cívica la reacción habida al respecto de la prohibición municipal del uso de cera en los desfiles procesionales actuales de la ciudad, habida cuenta de que éstos se están celebrando fuera de su itinerario y fecha habitual de celebración a tenor del calendario festivo, con todo lo que ello acarrea, pues los mecanismos preventivos municipales al respecto, no pueden ni deben funcionar todo el año.
Las ciudades tienen un problema, porque su esencia es crecientemente compleja. La gestión de esta complejidad exige diálogo, buen gobierno e inteligencia ciudadana. Termino igual que terminaba el año pasado: Nadie duda de lo perturbadoras que pueden ser ciertas actuaciones en los espacios públicos de la ciudad, y conviene trabajar para disminuirlas, pero no podemos aislar esas manifestaciones de otras muchas que las alimentan, ayudan a que proliferen y, sobre todo, se nutren directamente o indirectamente de ellas. Conviene reflexionar sobre ello. El año pasado, ahora y siempre.