'El humor en su contexto'
Han pasado casi 100 años desde el nacimiento de Benny Hill y aunque muchos niños y jóvenes no tienen ni idea de quién fue, lo cierto es que todavía permanece en el subconsciente colectivo, en parte gracias a Youtube, donde sus vídeos siguen siendo vistos por millones de personas, pese a que falleció en 1992, hace treinta años. Aquellos niños y adolescentes que nos reímos con los sketches de este cómico británico cuyo show se emitió en 140 países de todo el mundo y que hoy en día no hubieran pasado ningún mínimo filtro para presentarse ante los espectadores por su incorrección, su falta de sensibilidad aparente con las minorías y su supuesto machismo, ahora nos echamos las manos a la cabeza.
Es evidente que ver a un hombre obeso y entrado en años persiguiendo a un grupo de chicas guapas, jóvenes y ligeras de ropa no se puede decir que sea la imagen idónea para apoyar el feminismo, pero hay que tener en cuenta el periodo en el que esta serie se convirtió en un éxito: los años 80. ¿Era machista el actor que interpretaba a Benny Hill?
Es evidente que ver a un hombre obeso y entrado en años persiguiendo a un grupo de chicas guapas, jóvenes y ligeras de ropa no se puede decir que sea la imagen idónea para apoyar el feminismo, pero hay que tener en cuenta el periodo en el que esta serie se convirtió en un éxito: los años 80. ¿Era machista el actor que interpretaba a Benny Hill? No tengo ni idea, pero creo que al idear sus episodios ni siquiera se planteaba esta cuestión, más bien se encargaba de observar de qué se reían los ingleses de clases obreras y medias y trataba de buscar la fórmula para llegar a ellos. En el fondo, el show de Benny Hill no definía a este personaje más que a la sociedad británica de ese momento. Y probablemente, ese fue el motivo por el que dejó de emitirse en 1991, lo que provocó su declive y posterior muerte, a los 68 años de edad: se hacía necesario ocultar las vergüenzas del país más que airearlas a través de un programa de televisión que seguía disponiendo del respaldo del público.
Algo semejante pasaba en España con actores como José Luis López Vázquez, siempre persiguiendo a jóvenes y guapas señoritas de las que se aprovechaba mientras ellas se limitaban a reírse, Esteso y Pajares o el dúo Martes y Trece, cuyos gags igualmente son millonariamente seguidos en las redes e incluso TVE continúa repitiéndolos cada cierto tiempo
Algo semejante pasaba en España con actores como José Luis López Vázquez, siempre persiguiendo a jóvenes y guapas señoritas de las que se aprovechaba mientras ellas se limitaban a reírse, Esteso y Pajares o el dúo Martes y Trece, cuyos gags igualmente son millonariamente seguidos en las redes e incluso TVE continúa repitiéndolos cada cierto tiempo. Hay un episodio que incluso utiliza el maltrato a la mujer, cuyo título podría ser «Mi marido me pega», en el que una mujer andaluza con cultura limitada y un ojo hinchado aparece explicando a cámara cómo le pega su marido; hoy en día es del todo inaceptable, pero en aquel momento nos reíamos, y seguramente veíamos más bien una crítica a cómo los programa de testimonios nos estaban inundando y el punto de surrealismo al que se estaba llegando en este asunto, más que contemplar el problema del maltrato a la mujer. Igualmente, puedo recordar a botepronto el sketch «Soy Maricón, de España», con el que sigo sin poder evitar reírme, pese a que entiendo que una parte de homosexuales se puede sentir ofendida al aparecer un cantaor entonando una copla con un acusado amaneramiento de Millán Salcedo portando unas castañuelas que manejaba al compás de la música. Y también acude a mi mente otro chiste sobre una monja en bicicleta que se muestra contentísima y cantando hasta que el espectador descubre que el motivo es que la bici no tiene sillín. Incluso los propios protagonistas años después han pedido disculpas por algunos de ellos y han reconocido que en esta época serían inviables y que coinciden en que pueden ofender a los espectadores. El caso es que hablamos de un programa que paralizaba la actividad diaria de los españoles, que nos obligaba a cenar en Nochevieja con la televisión encendida para no perdernos detalle o verlo al día siguiente si es que lo repetían. Y nos desternillábamos de risa y recuerdo que mis primeras conversaciones después de las uvas cuando nos encontrábamos con otros familiares o amigos versaban sobre el programa de Martes y Trece.
No seré yo quien defiende el humor ofensivo, pero sí creo que es necesario poner en contexto las situaciones para no culpar a los emisarios de esos chistes, que en este caso eran Martes y Trece o Benny Hill.
No seré yo quien defiende el humor ofensivo, pero sí creo que es necesario poner en contexto las situaciones para no culpar a los emisarios de esos chistes, que en este caso eran Martes y Trece o Benny Hill. Es injusto que coloquemos el foco únicamente en aquellos que fueron capaces de conectar con esas situaciones que entonces nos hacían reír. El humor hay que ponerlo en el contexto histórico, igual que las leyes que se aprueban, que hace menos de un siglo supeditaban la mujer al hombre o encarcelaban a homosexuales en nuestro país.
Lo que deberíamos ver es que esos actores nos han dejado un legado que servirá como extraordinario instrumento sociológico para mostrarnos en el futuro, igual que si de un espejo se tratara, cómo era la sociedad española o británica de ese momento, de qué se reía, de qué se quejaba, quién o qué le preocupaba y, al mismo tiempo, nos enseña cómo hemos evolucionado, el camino que hemos seguido y hasta dónde queremos llegar.
No me arrepiento de haberme reído con Martes y Trece, con Esteso y Pajares o con Benny Hill, aunque cuando lo reviso ahora no puedo evitar ponerme la mano en la boca y escandalizarme, pero no tanto del hecho de que se hicieran esos sketches como de la manera en que millones de personas al mismo tiempo nos burlábamos de las penalidades de las minorías. Todavía sucede, pero hemos cambiado y eso dice algo bueno de los seres humanos y del camino a seguir.