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'Un hilo de esperanza'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 2 de Diciembre de 2022
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Una de las enfermedades más dolorosas para todo el entorno de quien la padece es el Alzheimer. Los médicos animan a los familiares más directos de estos pacientes a tomarse respiros por lo duro que es acompañar a un ser querido cuya llama se extingue al tiempo que se va olvidando uno por uno de todos sus recuerdos: de los nombres, de las vivencias, de su propia identidad.

La pareja formó su propia familia en Ronda, donde él aprendió el oficio de carpintero y se dedicó a ello hasta su jubilación. No tuvieron hijos, pese a lo mucho que lo desearon y lo que se convierte habitualmente en el fin de miles de matrimonios por los conflictos que provoca, en este caso solo sirvió para unir más a la pareja, para establecer un vínculo más íntimo

Nunca olvidaré la historia Pedro y Ramona, una de esas en las que la realidad supera a la ficción y te dejan marcado para el resto de tus días. Cuando se conocieron, él ayudaba a su familia en el campo y ella era la hija mimada de un terrateniente. A mediados del siglo XX no era sencillo imponer los deseos a los progenitores, menos aún si se trataba de una mujer con posibilidades económicas que pretendía casarse con un simple trabajador del campo, así que tuvieron que huir y renunciar a una herencia de la que Ramona no vio una sola peseta, porque en vista del desdén evidente de sus dos hermanos, se fue alejando de todos hasta que llegó el día en que dejó de verle sentido a seguir intentando un acercamiento.

La pareja formó su propia familia en Ronda, donde él aprendió el oficio de carpintero y se dedicó a ello hasta su jubilación. No tuvieron hijos, pese a lo mucho que lo desearon y lo que se convierte habitualmente en el fin de miles de matrimonios por los conflictos que provoca, en este caso solo sirvió para unir más a la pareja, para establecer un vínculo más íntimo.

El año en el que Pedro se jubiló habían tejido planes de ocio: viajar por España, alquilar algo en la playa temporalmente y acabar de decorar una pequeña casa de campo que compraron años atrás para ir convirtiéndola poco a poco en un rincón alternativo a su hogar. Durante su primer viaje, Ramona llamó a su marido Eustaquio, que era el nombre de su hermano, y a él le hizo reír. A las pocas semanas, un vecino le avisó de que estaba en el mercado desorientada y no sabía adónde ir. Corrió y corrió y se la encontró trastornada, llorosa y sorprendida porque no entendía lo que le sucedía. Ahí comenzaron las pruebas médicas, los autobuses al hospital hasta llegar a un diagnóstico certero: padecía la enfermedad de Alzheimer.

Ahí comenzaron las pruebas médicas, los autobuses al hospital hasta llegar a un diagnóstico certero: padecía la enfermedad de Alzheimer

Teniendo en cuenta que ella había renunciado a su familia y que él no tenía hermanos, se encontraron navegando en solitario por una travesía ignota. Conocí a Pedro mientras estaba en la última fase de la enfermedad de la esposa y su ternura, comprensión y cariño eran tan desbordantes que emocionaban a quiénes les visitábamos. Asistí a cómo la lavaba, la vestía, le hablaba como si le entendiera, colocaba flores frescas frente a ella, aromatizaba su habitación, le canturreaba coplas antiguas al oído y, cuando se dirigía hacia mí, sus palabras eran pura sabiduría: «Yo cómo me voy a enfadar con ella porque no coma. Hace unos años, durante la segunda fase de la enfermedad, me insultaba, me pegaba incluso, pero jamás la culpé porque no lo hacía queriendo, era solamente la consecuencia de esta enfermedad que nos ha tocado a los dos».

También me hablaba de su relación actual: «Yo sé que me entiende, los médicos dicen que no, que no es posible porque están afectadas las funciones cognitivas, pero a mí nadie me convence de lo contrario. Si le doy un beso, a veces me sonríe, si la acaricio, cierra los ojos de placer, si le cuento la historia de cómo nos conocimos, me mira fijamente».

«No quiero que se me muera, pero soy consciente de que ocurrirá y lo único que busco es cuidarla todo lo posible hasta que llegue ese momento. Después, ya veremos lo que sucede, pero lo fundamental es que es la mujer de mi vida y quiero que lo sepa hasta su último aliento»

Pedro no tenía ningún apoyo, estaba noche y día dedicado a su esposa y se le veía feliz, como si hubiera asumido que Ramona le dejaría solo: «No quiero que se me muera, pero soy consciente de que ocurrirá y lo único que busco es cuidarla todo lo posible hasta que llegue ese momento. Después, ya veremos lo que sucede, pero lo fundamental es que es la mujer de mi vida y quiero que lo sepa hasta su último aliento».

Lo entrevisté para un reportaje sobre esta enfermedad y me fui de Ronda con el corazón tan compungido que volví a llamarle alguna vez, menos de las que me hubiera gustado. Él estaba siempre contento, dedicándose a ella en cuerpo y alma. Un año después, volví a Ronda y tuve el pálpito de visitarlos. Ella había fallecido unos meses atrás, él estaba enfermo, en la cama, le habían diagnosticado un cáncer de páncreas en estado avanzado. No había hecho caso a los síntomas. Lo que más me llamó la atención fue comprobar que no estaba solo; un par de vecinas ocupaban su casa para hacerle la comida y en el rato que le visité fueron pasando por allí una ristra de personas que le querían saludar, le traían verduras y frutas, o se ofrecían a ayudarle. Pedro estaba feliz, no por haber cuidado de su esposa, ni porque le quedara poco para volver a verla, como él decía, ni siquiera por el cariño que estaba recibiendo de toda la ciudad, sino porque en su interior sentía que había disfrutado de una vida plena, porque había tenido la fortuna de compartirla con su esposa casi hasta el final y, especialmente, porque no consideraba que le quedara ningún deseo importante por cumplir.

La ciencia avanza y esta semana hemos sabido que el nuevo medicamento que están investigando, el lecanemab, ha conseguido eliminar grupos de una proteína llamada amiloide, causa clave de la forma más común de demencia, según parece, y el ensayo ha reducido la disminución de habilidades mentales generales de los pacientes en un 27% durante dieciocho meses

La ciencia avanza y esta semana hemos sabido que el nuevo medicamento que están investigando, el lecanemab, ha conseguido eliminar grupos de una proteína llamada amiloide, causa clave de la forma más común de demencia, según parece, y el ensayo ha reducido la disminución de habilidades mentales generales de los pacientes en un 27% durante dieciocho meses. No es que sea un gran resultado, sobre todo porque los científicos no creen que esta sea la cura para el Alzheimer, pero sí que es un avance después de décadas de pausa en las que los investigadores no conseguían evolucionar en esta enfermedad y que ahora les permite otear un porvenir en el que pudiera aparecer esa cura tan ansiada.

Estoy seguro de que Pedro y Ramona se alegrarán estén donde estén de que poco a poco se vaya avanzando para que un día nadie tenga que sufrir la tragedia de ver como aquella persona que más quieres se va descuidando del presente, del pasado, del futuro, hasta que llega un momento en el que se olvida incluso de respirar y se va.

 

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).