El fotopoeta de la boina enroscada
Me quedaba una conversación pendiente contigo, Paco Ayala, esa que iba posponiendo con tal de no pasar un mal trago, y ahí la dejamos, pese a que el afecto mutuo era incuestionable. Por eso, cuando la otra tarde vi tu nombre en la pantalla de mi teléfono móvil me alegré de que tal vez pudiéramos hablar por fin, pero era tu mujer y lo que me tenía que decir era que tu cuerpo enjuto no había resistido más tiempo a una enfermedad que te detectaron hace menos de tres meses.
Y entonces recordé la cantidad de momentos que hemos compartido como editor de mi novela Búscame bajo la lluvia. Estaba naciendo la editorial Aliar cuando te conté que tenía una obra terminada sobre El País Vasco, una historia de amor e intriga, y fuiste tajante: “Tú tienes que publicar conmigo. Yo me encargo de todo”. Y pese a que habías enfocado la empresa básicamente como un sello de autoedición, con mi libro hiciste la primera excepción. Tengo que reconocer que dudé al recibir otras propuestas de Barcelona y Madrid, pero tú no te rendiste: “Amigo, esas editoriales están muy lejos, a mí me tienes al lado y me puedes controlar mejor y echarme la bronca, si hace falta”.
Durante décadas, tu rostro con bigote, el cigarro en los labios y tu delgadez extrema siempre iban acompañadas de un equipo fotográfico para reflejar las instantáneas de la actualidad de la provincia. Periódicos locales y nacionales que contaban contigo y colegas que se cruzaban en tu camino cada día
Así fue como comenzó nuestra relación laboral, aunque, a decir verdad, yo ya te conocía desde años atrás… ¡Quién no, entre los colegas periodistas granadinos! Durante décadas, tu rostro con bigote, el cigarro en los labios y tu delgadez extrema siempre iban acompañadas de un equipo fotográfico para reflejar las instantáneas de la actualidad de la provincia. Periódicos locales y nacionales que contaban contigo y colegas que se cruzaban en tu camino cada día.
Por eso me ha sorprendido el escueto recibimiento de la noticia en los medios de comunicación de la capital: apenas unas líneas en algunos periódicos y, otros, con los que mantuviste una relación prolongada en el tiempo, ni siquiera se hicieron eco. Tal vez, tú mismo te lo ganaste a pulso. No eras un hombre fácil de convencer: tozudo, con una idea muy delimitada de la justicia, siempre al lado de los pobres, de los débiles, siempre dispuesto a poner tu granito de arena para acabar con los desmanes del poder. Y quizás por eso no llegaste nunca a estar sobrado de dinero. Tuviste la oportunidad de quedarte con una suculenta cantidad tras tu paso por un medio granadino, porque lo demandaste para que reconociera que llevabas años trabajando para él. Y ganaste, en primera instancia, y lo único que te pidió esa empresa para darte el dinero era que firmaras un documento que evitara que la sentencia creara precedente. Pero no podías hacerlo. Tu sentido de la justicia te incitó a negarte y a seguir adelante con el proceso porque lo que necesitabas era que tu caso sirviera a los demás, que tu lucha no fuera únicamente por ti. Y así, llegaste al Tribunal Supremo y quitó la razón a los jueces que previamente te la habían dado, y te quedaste sin un euro.
¿Sabes lo que más me llama la atención? Que he conocido esta historia después de tu muerte, jamás escuché un reproche tuyo al respecto, porque si eras valiente y tenaz también te caracterizabas por ser consecuente con tus actos y responsable de tu vida.
He oído críticas feroces hacia ti, tantas como halagos extraordinarios. Y es que si por algo te distinguiste fue por ser tú mismo, pese a los pesares. Tal vez haya poetas que no aceptaran tus versos, pero nacían de tu corazón y los recitabas con tanta pasión que emocionabas a quienes te escuchaban. Y vendiste más de 1.500 ejemplares de poesía en un tiempo en el que ni los más grandes poetas actuales alcanzan esas cifras con algunos de sus poemarios.
Tu sentido de la justicia te incitó a negarte y a seguir adelante con el proceso porque lo que necesitabas era que tu caso sirviera a los demás, que tu lucha no fuera únicamente por ti. Y así, llegaste al Tribunal Supremo y quitó la razón a los jueces que previamente te la habían dado, y te quedaste sin un euro
Por eso creí que para tu despedida se limarían asperezas y tal vez te dedicarían el espacio que te merecías en los medios de comunicación y que no te ofrecieron mientras vivías. Olvidé que los valores están cambiando y que la fama ya no es el resultado de una vida de logros sino simplemente la representación de un rostro que se repite en televisión o en Youtube aunque tenga muy poco que aportar a la sociedad.
Y sinceramente, pocos colegas del medio vi en tu despedida. Cuidado, que no es mi intención juzgar a nadie, tal vez eso fue lo que sembraste y lo que deseabas, pero después de décadas de fotos que quedarán para la historia de Granada, me pareció curioso ver a tan pocos compañeros.
Te has ido sin hacer demasiado ruido, al final del verano, cuando todavía algunos seguían de vacaciones, quizá para compensar todo lo que gritaste y peleaste en tu vida a favor de los demás. Te sumaste al bando equivocado, el que no tiene poder, el que necesita el boca a boca para trasmitir cualquier idea, el que nunca permitiría que te convirtieras en un poeta influyente.
¡Qué más da! No es importante lo que obtuviste sino lo que viviste con pasión. Como tu vida familiar, tus hijos, a los que adorabas y de los que te sentías tan orgullosos, y tu esposa Carmen, que se ha quedado sin poder regularizar vuestro enlace después de tantos años viviendo juntos. ¡Nadie esperaba que te fueras tan rápido, sin despedirte!
Te has ido sin hacer demasiado ruido, al final del verano, cuando todavía algunos seguían de vacaciones, quizá para compensar todo lo que gritaste y peleaste en tu vida a favor de los demás. Te sumaste al bando equivocado, el que no tiene poder, el que necesita el boca a boca para trasmitir cualquier idea, el que nunca permitiría que te convirtieras en un poeta influyente
Me quedo con las risas tras mi presentación del libro en mi pueblo vasco, Ordizia, de donde me han llegado muchos mensajes de condolencia porque recuerdan aún tu intervención y tu poema; con mi participación en la feria del libro de Granada y la de Peligros, tu pueblo de residencia, donde insististe para que yo estuviera porque querías convertirla en un evento social provincial importante. He oído que el año que viene esa feria del libro de Peligros te recordará con un acto, también sé que el jueves 6 de setiembre a las 8 de la tarde en el centro artístico literario y científico tus amigos se van a reunir para leer tus poemas como homenaje póstumo.
No creías en una vida más allá de esta pero, como yo sí lo hago, sé que seguirás siendo, y ahora sí que te reirás de todo y de todos, no con ironía sino con indulgencia, sin arrepentimiento ni ansias de revanchismo.
Versos de pasión es la obra que marcó el inicio de un camino hacia tu propia felicidad, porque ahí encontraste tu sitio, ayudando a jóvenes escritores a publicar sus poemas, como el artista Iván Centenillo, o apoyando a amigos que eran parte de tu familia, como Rosa Ayuso a descubrir sus facultades ocultas. Te has ido joven, con 55 años, pero tus dos hijos se encargarán de extender tu legado: Haníbal y Amador, que tienen la responsabilidad de impulsar una editorial como Aliar que ha encontrado su sitio en el sector granadino.
Me quedaba una conversación pendiente pero, a decir verdad, cuando el cariño es mutuo y sincero las palabras sobran y solo queda el amor, así que, adiós, amigo.