La excepción eurovisiva
Hacía tiempo que Eurovisión se había convertido en un concurso más político que musical, donde los países votaban a sus vecinos antes que a la canción con mayor calidad, donde España recibía pocos votos porque tenía pocos amigos y los países del Este arrasaban porque seguían manteniendo un vínculo común, un festival en el que las acrobacias, las salidas de tono, sorprender al telespectador eran la única forma de destacar y obtener un buen puesto. Casi más importante que la canción era la puesta en escena despampanante, ostentosa y empaquetada en papel de lujo.
Hay que reconocer que el triunfo del joven de 27 años portugués Salvador Sobral no entra dentro de los cánones de esos criterios. Su canción “Amar por dos” es una composición intimista, a ritmo de jazz, con muy poca parafernalia, y que sin embargo, se ha hecho con el máximo galardón
Por primera vez en muchos años, esta dinámica ha dado un giro de 180 grados. Y es que hay que reconocer que el triunfo del joven de 27 años portugués Salvador Sobral no entra dentro de los cánones de esos criterios. Su canción “Amar por dos” es una composición intimista, a ritmo de jazz, con muy poca parafernalia, y que sin embargo, se ha hecho con el máximo galardón. Un chico en lista de espera para recibir un trasplante de corazón por una insuficiencia cardíaca fue capaz de conquistar al público precisamente gracias a poner todo su corazón en la actuación. Con una coleta, barba incipiente y un sobrio traje negro, sin utilizar el inglés como ya nos estamos acostumbrando a escuchar al resto de participantes, españoles incluidos, el portugués sólo contaba con una baza para ganar: una canción compuesta por su hermana. Y por una vez fue suficiente. Al acabar la gala, el joven declaró que “la música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento”.
No han tenido que ver directamente en su victoria la camiseta con la que se vistió en la rueda de prensa posterior a la semifinal, de apoyo a los refugiados, ni su pasado como estudiante de sicología en España, ni sus actuaciones en pequeños locales de nuestro país; no obstante, todo ello pone de manifiesto que, pese a proceder de una familia burguesa de Portugal, este joven tiene las cosas claras, está comprometido con la sociedad y es capaz de valerse por sí mismo. Como diríamos los castizos, puede venir de buena cuna pero se ha currado su vida.
Algo muy distinto al representante español, con una canción absurda, una voz más que mediocre que se quebró con un gallo en pleno festival y con una imagen cuidada destinada a desviar la atención del público. Manel Navarro es aún demasiado joven y le falta experiencia y aprendizaje
Algo muy distinto al representante español, con una canción absurda, una voz más que mediocre que se quebró con un gallo en pleno festival y con una imagen cuidada destinada a desviar la atención del público. Manel Navarro es aún demasiado joven y le falta experiencia y aprendizaje y por su forma de actuar da la impresión de que nunca ha tenido que luchar por nada, que las cosas le han llegado sin más. Al menos eso es lo que se deduce de la manera de justificar la interpretación deslucida de una canción con escaso valor musical. Asegura el catalán que “no estaba nervioso”, y que se fue contento a casa por haber hecho “un trabajo muy bueno”. Además, añadió, sin ningún pudor que “he quedado último y es lo que hay. Me voy con la cabeza bien alta. Al menos no hemos quedado últimos en el voto del público”. Vamos, que cada uno es libre de sentirse orgulloso por lo que sea, pero tener la poca humildad de considerar que un gallo no desluce el trabajo en un concurso musical es tanto como asegurar que no pasa nada porque un cocinero de gran nivel presente un plato de carne para ser valorado por un jurado después de haberle echado azúcar en lugar de sal.
España apostó por el marketing, trató de vender humo y fracasó; tal vez porque en esta ocasión el éxito estaba destinado más a la calidad de una voz o de una composición que a un baile llamativo o unos rizos a lo Bisbal con mucho brillo.
Y, si bien, normalmente Suecia vota a Dinamarca, Lituania vota a Estonia y Suiza vota a Francia, en esta ocasión, la mayoría decidió dejar de lado sus amistades vecinas y se conmovió ante un joven que hace unos años, tal vez, no habría aceptado participar en el festival porque ha reconocido que no le gustaba.
Lo que está claro es que Portugal este año ha vencido únicamente porque la interpretación es la que más ha gustado; ni por apoyos políticos, de los que carece tanto el país vecino como España, ni por la despampanante imagen del cantante, ni por la puesta en escena
Y sus declaraciones han provocado críticas de otros concursantes que se han sentido aludidos en ellas, e incluso hay quien le califica de soberbio e incoherente por tomar parte en un certamen que no le gustaba. Claro que las cosas se pueden cambiar desde dentro o desde fuera y el hecho de tratar de variar la tendencia de las canciones vencedoras ni es un delito ni tiene nada de soberbio.
Suena más a que la mayoría de los participantes llevaba unas pautas que son las que se suponen que triunfan en Eurovisión y muchos de ellos se han visto decepcionados por el hecho de que ninguna de ellas tuviera que ver finalmente con el cantante que se ha llevado el gato al agua. Y es lógico que eso decepcione y de rabia.
Ante todo y al margen de gustos personales sobre la canción ganadora, lo que está claro es que Portugal este año ha vencido únicamente porque la interpretación es la que más ha gustado; ni por apoyos políticos, de los que carece tanto el país vecino como España, ni por la despampanante imagen del cantante, ni por la puesta en escena. Y al fin y al cabo, se supone que Eurovisión es un concurso de música, ¿no? Pues, eso, felicidades a este joven portugués comprometido con las sociedad que ha roto esquemas y también a Manel Navarro, que parece que está muy contento con su participación y que ha anunciado que está ya pensando en sus próximas actuaciones, seguramente en estadios abarrotados de medio mundo deseosos ver danzar sus rubios rizos al viento con esa canción surfera imposible, gallos incluidos, pese a haber obtenido 0 puntos, zero points, zéro point, nullpunkte, en todos los idiomas.