Estáfame, que tengo cara de tonto

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 13 de Septiembre de 2019
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De verdad que a veces está a punto de salírseme la bilis por la boca, que digo yo que tendré cara de tonto o un letrero grande que diga: «Estáfame, no me importa»; o quizás es que voy buscando a gente que tenga ganas de engañar a alguien.

No es la única vez que me pasa y no creo que sea el único tonto. A veces la diferencia es de unos céntimos y otra de varios euros, pero claro… ¿Quién asume el error de que el precio no corresponda al producto? El cliente, cómo no…

El hecho es que ayer me pasé un rato buscando toallas en un centro comercial granadino: unas más suaves, otras más finas, aquellas carísimas en las que no encuentro el motivo de ese alto precio… Y después de mirar y remirar, me quedé con la que más me gustó: dieciocho euros rezaba en el cartel inferior del artículo. Al llegar a la caja llevaba otras cosas y pagué con tarjeta. Ya estaba casi en el coche cuando miré la cuenta… ¡Oh, sorpresa! El precio del producto había subido casi dos euros, valía 19,95. Volví a la encantadora cajera y le expliqué lo que pasaba, pero estaba atendiendo a otros dos clientes, ocupadísima, y me decía que lo sentía, que ese era el precio de la toalla, que tal vez estaba puesta en un lugar incorrecto, aunque yo, por supuesto, no lo hubiera movido. La única solución que me dio fue que acudiera al Servicio de Información del centro para que me devolvieran el dinero; al ver la larga cola que había y teniendo en cuenta que ya llegaba tarde a otro sitio y que estábamos hablando de dos euros y no de doscientos, decidí marcharme con la toalla en la mano.

No es la única vez que me pasa y no creo que sea el único tonto. A veces la diferencia es de unos céntimos y otra de varios euros, pero claro… ¿Quién asume el error de que el precio no corresponda al producto? El cliente, cómo no…

Pedí que hiciéramos una reclamación y me aseguraron que en tres o cuatro días me responderían. A las dos semanas, recordé que no me habían telefoneado y, como les conozco, insistí. Esperé otros treinta cinco minutos con la misma machacona musiquita hasta que una amable señorita con acento sudamericano me aseguró que no les constaba la reclamación

No sé si también le pasa a alguno más, pero como tengo los pagos domiciliados, muchos meses no estoy pendiente de si me han cobrado la luz o el agua, ni en la cantidad que retiran… vamos que como veo que cada vez el precio es mayor, casi prefiero no mirar para no enfadarme. El caso es que hace unos meses vi una factura del teléfono veinte euros más cara de lo habitual, justo al día siguiente en la que aparecía otra factura de la misma compañía. Llamé a la empresa y después de cuarenta minutos de espera me atendieron y me comunicaron que desconocían su procedencia... “¡Pues si no lo sabes tú, guapito!”, —pensé—. Pedí que hiciéramos una reclamación y me aseguraron que en tres o cuatro días me responderían. A las dos semanas, recordé que no me habían telefoneado y, como les conozco, insistí. Esperé otros treinta cinco minutos con la misma machacona musiquita hasta que una amable señorita con acento sudamericano me aseguró que no les constaba la reclamación.

—¿Cómo que no les consta? Pero se supone que la grabaron.

—Aquí no consta nada.

De nuevo, me hicieron la reclamación, aunque ya cualquiera se fía de si después constaría o no. El hecho es que, a día de hoy, sigo esperando a que me devuelvan el dinero de esta factura que se inventaron ellos mismos. Claro, que si no hubiera estado detrás de ellos, obviamente, se habrían olvidado.

¿Y la cantidad de veces que no me habré dado cuenta de que me cobraban de más? ¿Cuánto dinero sacan esas compañías de estas estafas legales para cuyo desenmascaramiento necesitas hartarte de paciencia y tiempo?

Porque, seamos sinceros, esto no solo me ocurre a mí por ser más tonto que nadie, que quizás también; el caso es que mucha gente de mi alrededor me cuenta historias semejantes con las empresas de luz, de agua, de telefonía…especialmente en los pagos domiciliados

Porque, seamos sinceros, esto no solo me ocurre a mí por ser más tonto que nadie, que quizás también; el caso es que mucha gente de mi alrededor me cuenta historias semejantes con las empresas de luz, de agua, de telefonía…especialmente en los pagos domiciliados.

Siempre he estado a favor de comunicar a Consumo cualquier irregularidad, pero después de todos mis desplazamientos a dicha oficina, de denuncia tras denuncia, solo he recibido una amistosa carta de la compañía en cuestión pidiendo disculpas.

Lo que no tiene sentido es que la compañía eléctrica me corte la luz por un impago, pero que si me ha cobrado cincuenta euros de más no me los devuelva sino que me lo descuente de la siguiente factura… ¿Perdone? ¿No se trata de mi dinero? ¿Por qué tienen que retenerme sin motivo, sin que yo de permiso y sin que nadie más que ellos lo hayan decidido, esos cincuenta euros que engrosan sus cuentan durante un mes, por lo menos, sin que sean suyos y sin pagarme a mí intereses?

Porque, claro, si yo no abono mi consumo a la compañía de telefonía, al segundo aviso ya me están cobrando intereses de demora, pero a mí nunca me los pagarán aunque tarden seis meses en devolverme mi dinero.

Son las estafas que enriquecen a unos a costa del esfuerzo económico de otros, esas contra las que ningún gobierno parece que tenga intención de luchar, tal vez porque la recompensa no parece muy jugosa: solo combatir una injusticia

Son las estafas que enriquecen a unos a costa del esfuerzo económico de otros, esas contra las que ningún gobierno parece que tenga intención de luchar, tal vez porque la recompensa no parece muy jugosa: solo combatir una injusticia; en cambio, el hacer oídos sordos a las quejas de los consumidores ante tal avalancha de facturas engrosadas, curiosamente casi siempre a favor de esas grandes empresas, puede suponer un premio procedente de ellas para el político de turno cuando acaba su carrera al frente de las instituciones.

Y luego se quejan de que no confiemos en ellos, de que no entendamos que no se pongan de acuerdo para formar un gobierno, que sospechemos que muchos entren en política solo por su interés particular. El descrédito de nuestras autoridades se deja ver especialmente en los detalles más pequeños, en cosas como que la mayoría de nosotros decidimos pagar más, dejarnos engañar, que se lleven lo que es nuestro antes que aguantar el mareo que conlleva cualquier reclamación, muchas veces para que finalmente caiga en saco roto.

Hay que estar a favor de hacer lo correcto, luchar por lo que es de uno, acudir a las oficinas de consumo para contarles por qué nos sentimos estafados y denunciar, al menos para que quede constancia de nuestro descontento…pero, por desgracia, a veces parece la batalla de David contra Golliat.        

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).