Español o no, felicidades a Trueba
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Fernando Trueba.
Se lió gorda. Dijo que no fue su intención, pero la verdad es que teniendo en cuenta la importancia que el nacionalismo está adquiriendo en los últimos meses no era de extrañar que sus declaraciones se debatieran e incomodaran a media España. Fernando Trueba recibió el viernes el Premio Nacional de Cinematografía 2015 rodeado de políticos que en cuanto dijo que “nunca me he sentido español, ni cinco minutos” posiblemente comenzaron a dudar de que hubiera sido la elección correcta para entregarle este galardón.
Pese a los ríos de tinta que han corrido por estas declaraciones, no me considero capacitado para juzgarlas. ¿Alguien manda en sus sentimientos? ¿Quién es capaz de desenamorarse en el mismo momento que sabe que esa persona no le conviene? ¿O qué madre puede dejar de querer a su hijo porque haya hecho algo inconfesable? No mandamos en nuestros sentimientos y si Trueba no se ha sentido español, pues él sabrá. Entiendo las críticas de sesudos intelectuales, políticos y compañeros de su profesión que no están de acuerdo con sus palabras; lo que no puedo comprender son las descalificaciones. He llegado a leer que Trueba no es nadie, que sólo ha hecho malas películas y que ha vivido de las subvenciones del mismo país del que no se considera parte.
Normalmente son críticas que llegan desde periodistas políticos, por tanto no especialistas en cine. Y es que no se puede olvidar que este director tiene varios goyas y fue el segundo en ganar un óscar de Hollywood con Belle Époque; que ha dirigido películas de tremendo éxito comercial, incluso internacionalmente, y también otras alabadas por la crítica y que el hecho de no estar de acuerdo con lo que dice no debería implicar una descalificación profesional. ¿Que ha recibido subvenciones? Y también ha aportado mucho dinero a las arcas del estado con sus películas. ¿Que debería devolver el Premio Nacional de Cinematografía si no se considera español? Ni creo que lo haya pedido ni espero que se le haya dado por pensar de una u otra forma sino por lo que ha contribuido a la historia del cine de este país. Y eso, permítanme que lo asegure, está fuera de toda duda.
La política se está inmiscuyendo en todo y curiosamente cuando alguien aporta su opinión, como es el caso de Javier Bardem, siempre hay voces en tertulias políticas que le descalifican no por lo que dice sino por no ser buen actor o por hacer películas en el extranjero y por tanto no contribuir en España.
Tengo que reconocer que no puedo estar más en desacuerdo con el pensamiento político de Mario Vargas Llosa ni en su día de Camilo José Cela, pero no por eso puedo dejar de percibir que se trata de dos de los escritores más importantes de habla hispana en los siglos XX y XXI.
Günter Grass también perteneció a las Waffen SS, los soldados que finalmente reclutaron las SS nazis alemanas y nadie debería discutir que este nobel de literatura es una enorme figura del arte mundial.
Los escritores, los artistas e incluso los albañiles tienen derecho a decir lo que piensan sin recibir por ello una desautorización por su trabajo porque las opiniones, no lo olvidemos, son como los culos, que cada uno tiene el suyo. Y las defendemos con vehemencia porque nos creemos en posesión de la verdad, sin entender que las distintas procedencias sociales y las vivencias particulares abocan a diferentes puntos de vista.
Sé que no es popular en este momento decir que no tengo un sentimiento nacionalista: ni del País Vasco, donde nací, ni de España, donde he vivido toda mi vida. Soy español porque aquí estaba mi madre cuando dio a luz, pero no considero que el país sea mío ni que tenga que demostrar que soy más patriota que nadie. Me alegro cuando gana la selección, por cercanía, pero tampoco me hundo cuando pierde; miro a los inmigrantes y los considero personas con los mismo derechos que yo, aunque no tengan las mismas oportunidades desgraciadamente; a veces estoy más en sintonía, en alguna opinión o forma de ver la vida, con un sueco o con un argelino que con alguien de mi propio país. Y eso no significa que no pague impuestos, o las multas o que no contribuya con mi trabajo a la construcción de este estado. Sólo quiere decir que soy español pero no nacionalista, ni patriota, y además pienso que tengo derecho a sentir lo que me dé la gana, igual que Fernando Trueba, Javier Bardem, Vargas Llosa o Arturo Fernández.
Cuando se invente una pastilla para cambiar los sentimientos de un instante para otro decidiré si me la tomo o no, pero hasta entonces sólo pido que la libertad de expresión no conlleve la crucifixión profesional de quien la practica. Al fin y al cabo, todos somos personas e incluso tenemos derecho a equivocarnos.