¿Es necesario el Día el Orgullo?
Esta semana los noticiarios televisivos saturan a los televidentes con imágenes de los actos de celebración del Día del Orgullo gay, especialmente porque España este año acoge el Madrid World Pride, una fiesta que atraerá a más de 2 millones de personas de todo el globo para disfrutar de desfiles, conciertos, discursos de apoyo al colectivo LGTB…En definitiva, una forma de hacer visible a un grupo social que durante años ha permanecido en el ostracismo por miedo a represalias externas.
Tengo amigos, en principio, nada sospechosos de homofobia que por un lado creen que hoy en día no es necesaria una celebración de este tipo, porque ya se ha generalizado el apoyo al colectivo gay, y que por otro lado, consideran que más que ayudar, la fiesta del orgullo es una forma de segregación; al fin y al cabo, me dicen, no hay ningún día del orgullo heterosexual.
Y después de contarle esto a mis amigos, tengo que recordarles además la cantidad de agresiones que aún hoy en día siguen sufriendo chicos y chicas en pueblos y ciudades de España por sus preferencias en la cama o por visibilizarlas socialmente a través de gestos o un vestuario concreto.
Y si esto no basta, echo mano de los discursos homófobos que algún que otro personaje influyente en la sociedad lanza como si fuera un erupto. El último de ellos lo hemos tenido que soportar, para nuestra desgracia, esta misma semana: el sacerdote de Hospitalet de Llobregat Custodi Ballester se ha dignado a darnos su opinión sobre los gays: “Ahí están los homosexuales en Madrid durante toda la semana mostrando sus vergüenzas públicamente” “Los que gobiernan han puesto unas leyes según las cuales los que dicen lo contrario son acribillados a multas, y hasta te pueden meter en la cárcel por delito de odio a los homosexuales” “Al final vosotros acabaréis pensando que eso de ser gay es guay y resulta que no” “Un día vendrán los Mosos d´Esquadra y nos esposarán a todos los curas que decimos la verdad”.
Custodi habla de la verdad, la suya, pero no incluye otra verdad que él dio un día por buena, aunque parezca que la ha olvidado: la de su propia religión, que mantiene que todos somos hijos de Dios y que Dios es Amor y que en ese todos no podemos excluir a gays o a sacerdotes homófobos que odian a una parte de la sociedad y que ni siquiera tienen el pudor de ocultarlo. A este cura no habría ni que esposarlo ni que darle una esposa, porque no se lo merece. Y no se trata de que sea buena o mala persona, que no lo conozco, pero está claro que se saltó la clase de diplomacia y que ha olvidado la responsabilidad que tiene por hablar en un púlpito ante unas decenas de personas que en ocasiones, como estas, en la Aldea Global, se pueden convertir en millones.
Este señor, que supongo que diserta en sus sermones sobre el amor, también lo interpreta a su manera, considerando quién tiene que amar, cómo debe hacerlo y cuándo debe abstenerse de intentarlo siquiera; pero como yo tengo un sentido más amplio de la palabra y, pese a que no soy católico sí sé que el amor es lo único real que existe, le animaría tanto a él como al resto de personas con tendencias homófobas a vincularse a un grupo LGTB y vivir de cerca durante unos meses con gays, lesbianas, transexuales, bisexuales…; escuchar sus historias, sus problemas, el rechazo que han tenido que sufrir, el, muchas veces, doloroso proceso de asunción de su sexualidad…porque estoy seguro de que entonces cambiarían de forma de pensar.
Me gustaría más que Custodi o cualquiera de sus colegas en todo el país hablaran del cardenal australiano George Pell, responsable de finanzas del Vaticano, acusado de abusos sexuales a menores a partir de la década de los 70. Y no digo que sea culpable, porque ni soy juez ni Dios, pero en vez de criticar al colectivo LGTB entero simplemente por amar a una persona que él considera equivocada, me encantaría saber cuál es la explicación de que varios hombres hayan denunciado a este alto cargo de la Iglesia por tocarles los genitales cuando eran unos niños y él ya era arzobispo de Melbourne. Veo al sacerdote catalán más capacitado para hablar de esto último, teniendo en cuenta que tanto él como el cardenal del Sur de Australia forman parte de la iglesia católica, que para dar su opinión sobre la conveniencia de odiar a los gays.