“La energía ni se crea, ni se destruye… se derrocha”
Dice un amigo mío, con razón, que la energía más barata es la que no se consume y que la energía alternativa más importante en nuestro país todavía sigue siendo el ahorro y la eficiencia energética. Aunque la tecnología ha avanzado mucho en estos aspectos aún la transferencia de ese conocimiento y su aplicación en muchas facetas como el consumo doméstico está muy por debajo de sus posibilidades.
El principio de conservación, inicialmente enunciado por Antoine Lavoisier (padre de la química moderna), “la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”, y luego extendido para la energía por Emmy Noether, debe ser reformulado en los términos del titular de este articulo. Desde que Einstein unió la masa y la energía demostrando que eran dos aspectos diferentes de la misma cosa en la Naturaleza, con su famosa ecuación de la relatividad (E=mc2), este principio no ha dejado de estar en entredicho en las sociedades ‘desarrolladas’ en las que se ha perdido el conocimiento de la diferencia entre el coste y el valor de los bienes y productos.
Un ejemplo de esta afirmación está en un informe elaborado por el Ministerio de Industria que revela que ocho de cada diez edificios en España derrochan energía y habrían suspendido el examen de eficiencia energética. Eso se traduce en que una cuarta parte de la energía producida en los hogares se destina a cubrir lo que se pierde por las rendijas de las ventanas. El boom inmobiliario previo a la crisis se realizó con un Código Técnico de Edificación (CTE) mucho menos exigente que el actual es en buena parte culpable de esta situación. Aunque el nuevo CTE mejora aspectos como el aislamiento de los edificios, (pensemos que sólo la utilización del doble acristalamiento puede reducir las pérdidas en un 50%), la ausencia de inversiones en instalaciones de energía renovables hace que difícilmente mejoremos en otros muchos aspectos necesarios para mejorar la eficiencia del uso de la energía en los edificios, sobre todo si se mantiene el empecinamiento del gobierno actual en una legislación que penaliza el autoconsumo y dificulta el desarrollo de las energías renovables.
Se está produciendo una auténtica revolución en sectores como la construcción, el automóvil o los aparatos electrodomésticos para la eficiencia energética y administraciones como la Junta de Andalucía están trabajando hacia el desarrollo de un modelo energéticamente sostenible, con los exitosos programas de subvenciones de proyectos de ahorro y eficiencia energética y de empleo de energías renovables, a través de la Agencia Andaluza de la Energía.
De manera imparable se irá produciendo una progresiva aplicación de todo este desarrollo tecnológico pero hay un aspecto en este asunto que requiere de un cambio también cultural que haga realidad la afirmación de que “podemos hacer más los consumidores por el cambio climático que los gobiernos”.
Lo aclararé con un ejemplo que puede ser paradigmático. Este verano está siendo noticia el incremento de consumo eléctrico debido a las sucesivas oleadas de calor que estamos ‘sufriendo’ que ha hecho que las subidas de las temperaturas haya ido paralela a la del uso de los aparatos de aire acondicionado y ventiladores para mitigar los efectos de la ‘canícula’. Podemos pensar que hacia el futuro esta situación será más frecuente, de la misma manera que pueden ocurrir episodios de ‘picos’ de frío aunque las temperaturas en general se vayan suavizando a lo largo del siglo. Pues una respuesta adaptativa, en contra de la publicidad que recibimos a través de los anuncios televisivos, (aparte de mejorar las condiciones de nuestros edificios referidas), está, en hacer un buen uso de la energía lo que significa aligerar nuestra ropa y aliviar la factura energética y no usar traje y corbata a costa del aire acondicionado.
Cuando llegue el invierno habrá que hacer lo contrario. No hay nada más negativo desde el punto de vista eco-lógico que el spot en el que una familia en el interior de su vivienda hace publicidad del gas natural en camiseta en pleno invierno con los cristales empañados, probablemente con muchas habitaciones vacías en las que se despilfarra una enorme cantidad de energía. Un jersey o bien el pijama y una bata en todo caso y la calefacción más baja no disminuye en nada el confort y el bienestar en el hogar y además de bajar mucho nuestra factura energética contribuirá a disminuir nuestra huella en la Naturaleza.