Inagra en Navidad

¿Día de la madre o de las perfumerías?

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 4 de Mayo de 2018
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Nos estamos encargando de convertir el año en una travesía por infinidad de días con apariencia benevolente y un único fin último: el comercial. Es muy útil e incluso necesario que una vez al año se celebre el día mundial de la fibromialgia o del sida o del cáncer porque nos sirve para concienciarnos de la importancia de batallar contra dichas enfermedades. No obstante, la celebración del día del padre o de la madre o de los enamorados cada vez tiene un sentido más confuso y está claro que son los comercios los más beneficiados con su existencia. Y no es que me parezca mal, que todos tenemos que comer, pero concretamente en estos casos parece que pone de manifiesto más las carencias que las virtudes entre un hijo y su madre.

A lo que me refiero es a que desde que mi madre ya no está entre nosotros, la recuerdo constantemente. No necesito hacerle un regalo un día al año para saber que me dio la vida, que me amó tanto como a sus otros hijos y más de lo que quiso a nadie y aunque ambos hubiéramos vivido 200 años juntos no habría tenido tiempo de agradecerle todo lo que hizo por nosotros

Hay que reconocer que ya en la antigua Grecia se rendía honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Y que los romanos adaptaron la fiesta también a sus costumbres durante el mes de mayo. Aunque seguramente, como tantas otras conmemoraciones, ha llegado hasta nuestros días de la mano de la iglesia católica, que en España empezó a celebrarla el 8 de diciembre en honor de la Inmaculada Concepción y en 1965 la trasladó al primer domingo de mayo. De forma que podemos decir que se trata de una fiesta antigua, pero no por ello inocente.

A lo que me refiero es a que desde que mi madre ya no está entre nosotros, la recuerdo constantemente. No necesito hacerle un regalo un día al año para saber que me dio la vida, que me amó tanto como a sus otros hijos y más de lo que quiso a nadie y aunque ambos hubiéramos vivido 200 años juntos no habría tenido tiempo de agradecerle todo lo que hizo por nosotros. Mi madre es mi ejemplo a seguir, todavía algunas veces me planteo qué haría ella en esa situación concreta que me trae de cabeza y sé que la solución pasa por seguir su estela. Y, por lo general, tengo que reconocer que a mi alrededor veo a infinidad de personas, amigos, colegas, compañeros, cuyo amor hacia su progenitora es igualmente incondicional.

Así que, pese a que no le compraré nunca nada para regalárselo el día de la madre, tampoco dejaré de recordarla hasta que me muera. Ciertamente, cuando ella vivía tampoco me esmeré en comprarle nada en esa fecha, aunque lo hacía en otras ocasiones y sin venir a cuento. Lo único malo de los inventos comerciales como este es que te obligan a algo por decreto y, al final, ante la falta de tiempo y de recursos económicos, nos decantamos por el regalo fácil, la colonia, o en el mejor de los casos, por las flores. Y, a veces, nuestras sufridas madres van guardando esos frascos que se acumulan en el armario del cuarto de baño y que agradecen porque vienen de sus hijos, aunque haya momentos en los que no puedan evitar pensar que son un estorbo.

Lo único malo de los inventos comerciales como este es que te obligan a algo por decreto y, al final, ante la falta de tiempo y de recursos económicos, nos decantamos por el regalo fácil, la colonia, o en el mejor de los casos, por las flores

Los inventos comerciales como el Día de la madre son aparentemente inofensivos, pese a que conllevan una carga de dolor gratuito. Por ejemplo, para alguien que acaba de perder a la suya, es una evocación de esa reciente ausencia; yo mismo, cada vez que llega este día, no puedo evitar volver a recordar, una vez más, que la mía ya no está.

Y eso tampoco es tan grave, porque es ley de vida y todos, en el mejor de los casos, acabaremos perdiendo a nuestros padres antes de irnos nosotros, pero, ¿qué pasa con los niños? Por desgracia, también hay pequeños a los que se les ha muerto la madre y cuando llegan a la escuela se ven obligados a hacer un dibujo para una abuela mientras sus compañeros de clase adornan el suyo para mamá. ¿Podemos imaginar el dolor innecesario que estamos infringiendo a esos chavales? ¿O a esos hijos que tienen solo dos papás? ¿O a aquellos cuya madre se marchó de casa para siempre y ya no saben ni dónde está? En ese caso, probablemente el profesor animaría al muchacho o muchacha a hacer un dibujo para ella, pese a la cantidad de sentimientos encontrados que probablemente albergará.

Afortunadamente, cada vez es más habitual que en las escuelas se deje de celebrar el día de la madre y del padre y se decida festejar el de la familia, que permite poner en valor los atributos de cada una sin que tenga que llevar aparejado un regalo a cada miembro de ella.

Tal vez un beso diario, una caricia inesperada, un te quiero mamá que no viene a cuento o prepararle su comida favorita puede expresar mejor nuestro amor hacia ella que esperar al día de la madre para darle algo

Y es que esa identificación entre cariño y regalo, entre amor y dar algo material no deja de ser muy superficial y pone de relieve nuestras carencias porque, seguramente, a todos nos gustaría regalar el cielo a nuestras madres, o una casa impresionante donde pudiera vivir mejor, pero, como consideramos que no podemos, tenemos que conformarnos con ese frasco de colonia. No es que esté mal, pero nos obliga a darnos cuenta de la escasez de nuestras vidas si pensamos que quisiéramos obsequiar más de lo que tenemos.

Tal vez un beso diario, una caricia inesperada, un te quiero mamá que no viene a cuento o prepararle su comida favorita puede expresar mejor nuestro amor hacia ella que esperar al día de la madre para darle algo. Tal vez debamos plantearnos hasta qué punto no demostramos en todo el año lo que la queremos que necesitamos un día concreto para decírselo sin palabras, a través de un objeto. Tal vez tendríamos que reflexionar sobre nuestros valores, que absurdamente anteponen la demostración de cariño por medio de cosas a la expresión de ese cariño mediante gestos amorosos.

Como si nos estuviéramos convirtiendo en seres tan herméticos que prefiriéramos regalar una flor a decir te quiero, comprar un vestido antes de dar un beso, llamar por teléfono para felicitar a alguien antes que llamarle guapa a la cara

Es como si nos estuviéramos convirtiendo en seres tan herméticos que prefiriéramos regalar una flor a decir te quiero, comprar un vestido antes de dar un beso, llamar por teléfono para felicitar a alguien antes que llamarle guapa a la cara.

 Y yo me planteo que si ni siquiera a la única persona a la que sabemos que querremos toda nuestra vida somos capaces de decirle lo que sentimos hacia ella tal vez sea porque no nos lo decimos ni a nosotros mismos. El día de la madre o del padre o de los enamorados sirve para delegar en un regalo puntual una expresión que debiera de ser costumbre y que parece que cada vez hacemos menos frecuentemente porque es más costosa. Quizás si nos quisiéramos más a nosotros mismos seríamos capaces de demostrarlo más a nuestro entorno y entonces, no harían falta estos inventos comerciales.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).