Cuando los políticos adaptan la realidad a sus teorías

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 1 de Marzo de 2020
De la 'Serie negra', por Equipo Crónica.
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De la 'Serie negra', por Equipo Crónica.
'La tarea de la filosofía es perjudicar a la necedad'. Friedrich Nietzsche

El periódico El País publicó hace unas semanas un interesante texto que adelantaba un fragmento del libro de un físico, Gustavo Romero, titulado La naturaleza del tiempo. El adelanto llevaba por título cuando los científicos adaptan la realidad a sus teorías, y básicamente era una ácida, pero consistente crítica, al panorama actual del campo teórico de la física cuántica, en concreto al floreciente, desde hace ya varias décadas, ámbito de investigación de la teoría de cuerdas. La queja esencial del autor, apoyando críticas anteriores de otros físicos, es el error de pretender convertir la experimentación en el campo de la física en un laxo discurso posmoderno donde no importa tanto la búsqueda de la verdad, de comprender la realidad del universo en el que vivimos, como la coherencia interna de las teorías, así como su belleza.

Es decir, si la teoría no cabe en nuestra realidad, postulemos otra donde esto pueda suceder. Al mejor estilo de la literatura fantástica donde se nos pide que suspendamos la credulidad de las reglas que rigen la realidad, y aceptemos el juego de un mundo donde las reglas son distintas, donde existen dragones, hay magia y los zombis aspiran a dominar el mundo

Si los experimentos para comprobar la veracidad de la teoría no pasan el filtro evaluativo, lo que se ha de cambiar no es la teoría, sino el método de evaluación. El autor resume lo que ocurre en este campo de la física con esta demoledora sentencia: “En lugar de tratar de estudiar el universo observable, lo que hacen, para solucionar el problema de la degeneración, es postular infinitos universos. Es el paroxismo de la inflación ontológica. Un camino metodológico opuesto a lo que, tradicionalmente, ha llevado a los grandes descubrimientos de la ciencia. Cuando una teoría no es compatible con la realidad, se cambia la teoría, no se cambia la realidad agregando infinitos universos”. Es decir, si la teoría no cabe en nuestra realidad, postulemos otra donde esto pueda suceder. Al mejor estilo de la literatura fantástica donde se nos pide que suspendamos la credulidad de las reglas que rigen la realidad, y aceptemos el juego de un mundo donde las reglas son distintas, donde existen dragones, hay magia y los zombis aspiran a dominar el mundo. En literatura es excitante, en otros campos del conocimiento como la rigurosidad del conocimiento científico, o como veremos más adelante, en la práctica política, es algo más que preocupante.

No parece tampoco, que salvo el fervor inicial tras las movilizaciones que hace años despertaron la conciencia de la sociedad, ansiosa de más participación democrática, nunca se hayan tomado en serio su apertura a la sociedad; realizar primarias abiertas a simpatizantes, en lugar de solo a militantes se ha convertido en papel mojado

A esto se añade el problema endogámico que sucede en numerosas universidades de todo el planeta, que no se ciñe al controvertido campo de la teoría de cuerdas, sino que afecta al resto de las disciplinas del conocimiento, sean ciencias de la naturaleza o sociales. El problema es la mercantilización del modelo universitario, se insta a los investigadores a publicar mientras más mejor, pues ese es el criterio que siguen muchas universidades para contratarles, computando las publicaciones como meritocracia, más la cantidad que la calidad. Ese es uno de los principales criterios, la cantidad de trabajos publicados, más que la calidad, para obtener financiación, con lo cual nos encontramos ante un círculo vicioso de difícil solución; en las palabras de Gustavo Romero; “el mercado académico presiona para que se asignen puestos estables a los científicos que tienen capacidad de obtener grandes subsidios y son reconocidos por sus pares. Estos científicos estarán luego en posición de elegir a las nuevas personas que se incorporan al sistema, personas cuyos trabajos estarán en general en la línea de quienes los seleccionan. Ocurre entonces una especie de reproducción de los temas: los discípulos se forman a imagen y semejanza de los maestros y, a continuación, los maestros deciden que ellos sean quienes los reemplacen en las cátedras. El sistema académico monotematiza la investigación por medio de un círculo vicioso cuyo resultado es un investigador hiperespecializado y de poca versatilidad y originalidad”.

Los políticos no están preocupados por interpretar lo que ocurre en la realidad, y mejorar los problemas que tenemos, ni siquiera realizar políticas que modifiquen esa realidad. Su obsesión, dada su nula capacidad para interpretar problemas reales de gente real, es tratar de que la realidad se adapte a su esquizofrénico discurso

Interesante para todo aquel preocupado por la filosofía de la ciencia, o la crisis del conocimiento en el mundo universitario, pero ¿qué tiene esto que ver con la política?: Todo, al leer el artículo mi imaginación volaba y sustituía con facilidad el término científico por el de político, y el del endogámico ámbito universitario por el del endogámico campo de los partidos políticos. Y lo más grave, últimamente desde lo global a lo local estamos asistiendo a un proceso similar en la política. Los políticos no están preocupados por interpretar lo que ocurre en la realidad, y mejorar los problemas que tenemos, ni siquiera realizar políticas que modifiquen esa realidad. Su obsesión, dada su nula capacidad para interpretar problemas reales de gente real, es tratar de que la realidad se adapte a su esquizofrénico discurso.

Con especial mención a los populismos de extrema derecha que no dejan de exagerar, inventar y falsear con una imaginación que ya quisiera para sí el autor de Juego de Tronos, problemas inexistentes, con tal de que la realidad se parezca a la que ellos necesitan para auparse al poder

Con especial mención a los populismos de extrema derecha que no dejan de exagerar, inventar y falsear con una imaginación que ya quisiera para sí el autor de Juego de Tronos, problemas inexistentes, con tal de que la realidad se parezca a la que ellos necesitan para auparse al poder. Así sucede con la inmigración, cuando entre otras muchas cosas, dada nuestra situación de natalidad, es más bien una solución que un problema. O cuando se inventan que haya delitos cometidos por inmigrantes, cuando la enorme mayoría son cometidos por los propios nativos. Por no hablar de cuando obvian el machismo asesino, con cientos de mujeres víctimas en los últimos años, y fantasean con la idea de que eso es un problema intrafamiliar, como si alterar los términos alterara la cruda realidad de la violencia machista. También tenemos a  aquellos que reinventan la historia, para justificar un patriotismo, nacionalista independentista o de esencias nacionales de la reconquista, más preocupado por el tamaño de la bandera, que por el tamaño de los derechos ciudadanos.

Más allá de la necesidad de que los partidos políticos respondan adecuadamente a la exigencia, constitucional por otra parte, ahora que tanto se presume de constitución, de transparencia y democracia interna, lo más preocupante es esa necesidad de crear realidades falsas que se adecuen al pensamiento del político de turno, más que a lo que sería lógico, adecuar la ideología política a la resolución de los problemas de esa realidad existente

Siguiendo con la preocupante equiparación; al igual que en el mundo de la ciencia, la endogamia es un problema evidente en la política, dado que el poder orgánico en los partidos depende más de la fidelidad y obediencia al catedrático/líder en cada ámbito de actuación, que a la brillantez y consistencia exhibidas por aquellos que desean participar del servicio público. No parece tampoco, que salvo el fervor inicial tras las movilizaciones que hace años despertaron la conciencia de la sociedad, ansiosa de más participación democrática, nunca se hayan tomado en serio su apertura a la sociedad; realizar primarias abiertas a simpatizantes, en lugar de solo a militantes se ha convertido en papel mojado. El control ante todo, la certidumbre de lo conocido, por malo que sea, antes que la incertidumbre de lo desconocido, por bueno que pudiera ser. Esto en el caso de los partidos que al menos las toman en consideración, en otros muchos casos, ni siquiera se las toman en serio, especialmente los partidos de derechas, que las obvian, tipo PP, las manipulan, tipo Cs, o las aborrecen, tipo Vox.

Y todo sigue igual, como si acusaciones tan graves fueran irrelevantes para la ciudad y sus intereses, inventándose el Alcalde de Ciudadanos, Luis Salvador, su némesis Sebastián Pérez, del PP, una realidad granadina que poco o nada tiene que ver con los problemas que la gente de Granada vive día a día en sus barrios. Mientras, los máximos expertos en adaptar la realidad a sus intransigentes y xenófobas teorías, Vox, se frotan las manos ante la debacle de sus socios de la derecha.

Más allá de la necesidad de que los partidos políticos respondan adecuadamente a la exigencia, constitucional por otra parte, ahora que tanto se presume de constitución, de transparencia y democracia interna, lo más preocupante es esa necesidad de crear realidades falsas que se adecuen al pensamiento del político de turno, más que a lo que sería lógico, adecuar la ideología política a la resolución de los problemas de esa realidad existente. Y al igual que en el caso de los científicos nos encontramos con una pléyade de políticos poco versátiles y muy poco originales. Comenzando por lo local, en Granada el esperpento se ha apoderado un día sí, y otro también, del equipo de desgobierno de la ciudad: el todavía Teniente de Alcalde acusa a su propio partido de vender los intereses de Granada por prebendas en otras ciudades o autonomías, y todo sigue igual, como si acusaciones tan graves fueran irrelevantes para la ciudad y sus intereses, inventándose el Alcalde de Ciudadanos, Luis Salvador, su némesis Sebastián Pérez, del PP, una realidad granadina que poco o nada tiene que ver con los problemas que la gente de Granada vive día a día en sus barrios. Mientras, los máximos expertos en adaptar la realidad a sus intransigentes y xenófobas teorías, Vox, se frotan las manos ante la debacle de sus socios de la derecha.

Por otro lado nuestro querido país, tan aparentemente ensalzado por algunos, aunque más bien parece malquerido por esos a los que se les llena la boca de banderas, se enfrenta a graves problemas, desde la situación en Cataluña donde la palabra diálogo hasta hace bien poco parecía tabú, las altas tasas de desempleo, y la mala calidad del mismo, su precariedad, la violencia que mata un día sí y otro también a las mujeres por violencia machista, el campo que sufre de un mercado inmisericorde donde no se sabe muy bien quién obtiene beneficios, pero los agricultores no. Una sanidad pública, y unas pensiones en la cuerda floja, y una educación pública donde el problema parece ser enseñar a adolescentes y jóvenes valores de pluralidad democrática, y de respeto por la diversidad sexual, y no su falta de recursos o la calidad de la educación pública.

Los periódicos, las tertulias, los telediarios, y lo más esquizofrénico, el control al gobierno por parte de la oposición, no tratan del paro, de la situación económica, los derechos sociales, y todos esos problemas mencionados anteriormente, sino de lo que ocurre en un país a miles de kilómetros de distancia

Y sin embargo, el problema que más parece acuciar a los españoles, según la realidad de esos políticos, es Venezuela. Maduro, su presidente, legitimo o no, parece ser el causante directo o indirecto de todos esos males mencionados. Que alguien de su gobierno se vea en un aeropuerto con alguien del gobierno español es, parece ser, el principal problema que han de resolver los jueces, que no tienen otra cosa que hacer, dado que los políticos no les dan apenas trabajo, ya sea por judicializar todo lo judicializable, y lo que no, ya sea por las causas aún pendientes de resolución de corrupción, prevaricación, u otras tantas cosas punibles. Los periódicos, las tertulias, los telediarios, y lo más esquizofrénico, el control al gobierno por parte de la oposición, no tratan del paro, de la situación económica, los derechos sociales, y todos esos problemas mencionados anteriormente, sino de lo que ocurre en un país a miles de kilómetros de distancia.

Que en Venezuela la situación es dramática no se duda, que no se respeten los derechos humanos tampoco. Ahora, que ni en China, ni en Rusia, ni en Qatar, ni en Arabia Saudí, ni en otros tantos países del continente que elijamos, comenzando por la propia Europa con las derivas autoritarias de Polonia o Hungría, tampoco. Y no parece que ni los políticos que están tan obsesionados con Venezuela, ni los medios de comunicación, les importen estos países lo más mínimo. Todo vale cuando permitimos que los políticos adapten la realidad a sus teorías. Al igual que en la ciencia, no estaría mal que alguien pusiera un poco de sentido común en la práctica política, y que la realidad se imponga, con todos sus problemas, a la teoría política de cada cual, a ver si nos centramos en solucionar los problemas que tenemos, y dejamos de inventarnos problemas que no tenemos.

Puedes leer un compedio de sus artículos en La soportable levedad, de venta en la Librería Picasso.

 

 

 

 

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”