Creer o no creer, esa es la cuestión

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 9 de Noviembre de 2018
Imagen que la Agencia Espacial Europea (ESA, en sus siglas en inglés) hizo de Oumuamua en junio pasado.
IndeGranada
Imagen que la Agencia Espacial Europea (ESA, en sus siglas en inglés) hizo de Oumuamua en junio pasado.

La comunidad científica internacional está revolucionada desde que se conociera que dos investigadores estadounidenses del Centro de Astrofísica Harvard Smithsonian, en Cambridge, defienden que el objeto procedente del espacio interestelar Oumuamua que, por cierto, tiene nombre de comida jamaicana, podría haberse utilizado en el pasado como una nave operativa alienígena construida por una civilización extraterrestre. Algunos colegas se han apresurado a reírse a la cara de ellos e incluso se sorprenden de que los periodistas demos pábulo a tamaña especulación; otros consideran que no tiene ni pies ni cabeza y un humilde lector, que asiste a estos enfrentamientos dialécticos, se plantea si tal vez todos tengan razón o quizás cada uno de ellos esté equivocado al mismo tiempo. ¿Acaso no son todos ellos investigadores?

No es la primera vez que vemos dividida a la comunidad científica, algo que sorprende si tenemos en cuenta que la ciencia, en teoría, es uno de los conocimientos más exactos de los que disponemos… ¿O no? Cuidado, que no me refiero a que estos profesionales se equivoquen, ni estoy tirando por tierra su labor, únicamente constato que hay muchos temas en los que los científicos están divididos, empezando por la física cuántica y las interpretaciones derivadas de ella.

Estoy convencido de que si a la plaza Mayor de Madrid mañana mismo bajara una nave espacial y aparecieran unos seres de otra galaxia saludando y mandando un mensaje desde la entrada del OVNI y después despegara y desapareciera, aunque todas las televisiones del mundo fueran testigos de la imagen, pese a que la plaza estuviera repleta de observadores, una vez que los alienígenas se hubieran marchado, empezarían a surgir decenas de teorías, unas defendiendo y otras negando su existencia

Estoy convencido de que si a la plaza Mayor de Madrid mañana mismo bajara una nave espacial y aparecieran unos seres de otra galaxia saludando y mandando un mensaje desde la entrada del OVNI y después despegara y desapareciera, aunque todas las televisiones del mundo fueran testigos de la imagen, pese a que la plaza estuviera repleta de observadores, una vez que los alienígenas se hubieran marchado, empezarían a surgir decenas de teorías, unas defendiendo y otras negando su existencia.

Respeto a los racionalistas, esos que dicen que solo aquello que se ve es real, porque se puede examinar y diseccionar, aunque esto coloque en una difícil tesitura estudiar los sentimientos y las emociones que, pese a que también son invisibles, existen y crean nuestro mundo. No me río de ellos por lo que yo considero que son sus creencias, ni pienso que estén sobrados de soberbia cuando defienden sus posturas racionales por medio de argumentos que humillan al adversario, solo porque éste postule a favor de la teoría menos aceptada dentro de la comunidad científica.

Más allá de todo esto, el ser humano se aferra a la razón. Todos queremos tenerla, luchamos por ella, nos peleamos con nuestra familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo, con el vecino. La razón nos lleva a reírnos de los demás, a denigrarles, a sentirnos por encima del que tenemos a nuestro lado…Uno de los sentimientos más placenteros es el que experimentamos cuando alguien, después de contradecirnos durante un buen rato, acaba dándonos la razón. Es como si, por un momento, nos alzaran a lo más alto del pódium, nos entregaran la copa más grande o la medalla de oro: Tienes razón. Son dos palabras mágicas que interpretamos, a veces, como una forma de que el de enfrente se postre a nuestros pies. Y esto no está mal, porque nos hace sentir alegría, pero, ¿y cuándo ocurre lo contrario? ¿Qué pasa si vemos algo evidente, que para nosotros no alberga discusión posible, y alguien nos lleva la contraria al respecto? Entonces, llegan enormes nubarrones que oscurecen el cielo y los truenos y relámpagos comienzan a desbocar nuestra mente. Y a medida que utilizamos más vehemencia para noquear a nuestro adversario dialéctico, más fuerte se escucha la tormenta. Hasta que el otro, cortando nuestro discurso, suelta un: «No me vas a convencer, digas lo que digas. Ahí te quedas» y se va, sin tener piedad de nosotros, sin comprender que nos ha dejado enfurecidos y en medio de la batalla, a medio camino todavía de destruir cada uno de sus argumentos. A partir de ese instante, nuestro día se va al garete.

Y la pregunta que me viene a la cabeza es: si es indudable que llevamos razón, ¿qué nos importa que no nos la den? Quiero decir que si yo veo el cielo completamente azul y alguien me dice que está absolutamente marrón, no le discutiré, me reiré, le daré la razón como a los locos, pero no me alteraré demasiado. En cambio, cuando no estoy tan seguro de algo, si alguien cuestiona mi faceta de padre o de hermano o de hijo o de profesional…entonces, tal vez ahí sí que luche como una fiera por defenderme.

La conclusión es evidente: no queremos que el otro nos de la razón para únicamente para tener más apoyos sino porque es una forma de ratificar lo que pensamos. Nuestras dudas aparecen en forma de argumentos que nos muestra la persona con la que discutimos. Si tumbamos esas explicaciones que nos da y le convencemos de que está equivocado, al mismo tiempo nos convencemos a nosotros mismos, pero si no lo logramos, seguiremos con esa semilla de duda que nos obligará a discutir sobre lo mismo en otro foro distinto y otro día diferente para intentar ganar de nuevo.

La conclusión es evidente: no queremos que el otro nos de la razón para únicamente para tener más apoyos sino porque es una forma de ratificar lo que pensamos. Nuestras dudas aparecen en forma de argumentos que nos muestra la persona con la que discutimos

El caso es que si para mí el color rojo es verde y lo quiero ver verde, y nadie ha conseguido persuadirme de lo contrario ni tampoco lo busco, da igual que el mundo entero lo considere rojo porque yo lo viviré como verde, ¿o es que acaso hay alguien aparte de mí que decide sobre lo que pienso?

Por ejemplo, yo no tengo duda de que hay naves extraterrestres que nos visitan, aunque tampoco eso me quite el sueño. Al fin y al cabo, se lleva hablando siglos de ello y todavía no han hecho explotar nuestra civilización, así que, por qué iba a temerles. Entiendo que es solo mi opinión y que mucha gente no la compartirá, pero es la conclusión a la que he llegado en mi experiencia vital, y ya ni siquiera discuto con nadie del tema porque hasta ahora no he conseguido que me den argumentos para creer lo contrario y, a estas alturas, ni los busco ni pretendo demostrar nada.

No sé si Oumuamua fue una nave alienígena o restos de un planetesimal, un asteroide o un cometa, pero de lo que sí estoy seguro es de que se ha convertido en un tema de debate entre científicos para ver quién la tiene más larga y que, ante un estudio de dos investigadores, hay otros que también han estudiado el objeto y ofrecen sus propias teorías, pero algunos advenedizos simplemente se han sumado a la polémica porque se consideran capacitados para opinar sin tener todos los datos, emocionados por ganar notoriedad por medio de argumentos despreciativos y denigrantes. Claro que, tal vez no se dan cuenta de que, por actuar de esa manera, sean científicos o las personas más inteligentes del mundo, no están en posesión de la verdad absoluta.

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).