Un crédito para los Reyes Magos

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 13 de Diciembre de 2019
Los Reyes Magos, en Sierra Nevada.
Indegranada
Los Reyes Magos, en Sierra Nevada.

Las calles se llenan de luces y guirnaldas, los árboles de las aceras se colman de espumillones, Granada se convierte en una de las siete ciudades más vistosas del país en estas fechas, los villancicos interpretados por esas voces blancas que nos pellizcan el estómago al oírlas se dispersan a través de los altavoces de supermercados abarrotados de turrones, mantecados y polvorones y el anís aumenta exponencialmente sus ventas. Hasta empiezan a ponerse de moda esos jerseys horrorosos para adultos con motivos navideños que llevamos años viendo en televisión a través de las películas norteamericanas de media tarde y que, de alguna manera, nos han conquistado. No hay duda de que llega la Navidad, cada vez antes, cada vez con mayor potencia.

Y de nuevo volveremos a gastar en comprar langostinos, bogavantes o gambas, aunque sean congelados, nos haremos con el cochinillo, el cordero segureño o el chuletón de buey, pese a que en enero tengamos que comernos las suelas de los zapatos

Y de nuevo volveremos a gastar en comprar langostinos, bogavantes o gambas, aunque sean congelados, nos haremos con el cochinillo, el cordero segureño o el chuletón de buey, pese a que en enero tengamos que comernos las suelas de los zapatos. Y si se nos han perdido piezas del Belén o el árbol luce menos brioso, entonces dedicaremos parte de nuestro sueldo en que resplandezca más, a pesar de que tanto en Navidad como en Nochevieja nos desplacemos a casa de nuestros suegros o padres y que no esperemos ni una sola visita por ese hogar nuestro lustrosamente ornamentado.

¡Que no falte el cava! Que corra por la casa aunque no nos guste, no vaya a ser que aparezca la vecina de enfrente a la que no soportamos y no tengamos ni una copita de ese espumoso para ofrecerle, ni esos licores ricos que abrimos para estas fechas y van caducando porque no volveremos a probarlos en todo el año.

Todo un derroche de abundancia para no ser menos que los demás, para que nadie se considere excluido de unas fiestas que se han convertido en las fechas de mayor consumo de todo el año en el mundo entero.

Todo un derroche de abundancia para no ser menos que los demás, para que nadie se considere excluido de unas fiestas que se han convertido en las fechas de mayor consumo de todo el año en el mundo entero.

No me quejo, yo también haré algo semejante en cierta medida, sin llegar a pasarme, que también estoy influido por el desacerbado consumismo en el que estamos imbuidos. Por lo que me cuesta más pasar es por las penurias que atraviesan los Reyes Magos para llegar hasta algunas viviendas, más ahora  que durante esa travesía por el desierto que realizaron la primera vez que fueron a ver al niño Jesús. Un papá de un niño de cuatro años me contaba que su hijo había pedido la Nintendo Switch, que junto al seguro anual que hay que hacerle, como si fuera un vehículo, suponen un coste cercano a los 400 euros. No soy nadie para juzgar a los demás y entiendo que cada uno utiliza su dinero para lo que quiere, pero me causa verdadera lástima recordar que ese mismo papá estaba llorando un par de meses antes porque no le llegaba el dinero para acabar el mes. Ante mi sorpresa, le pregunté dónde habían conseguido los Reyes Magos esa cifra y me reconoció que habían tenido que solicitar un crédito. No solo para la Nintendo Switch sino también para otros regalos de la misma familia.

¿Estamos locos? ¿Nos hemos vuelto gilipollas? ¿Seguro que no se nos ha desparramado por el camino una ristra de neuronas? Si en mi casa somos cuatro y ganamos doce euros, eso significa que tenemos tres euros para cada uno. Y si no hay previsión de que suba ese ingreso, tendré que amoldarme a él. No tiene ningún sentido que decidamos gastar cien cuando ganamos doce, porque eso nos va a obligar a reducir nuestro bienestar de varios años, solo a cambio de un momento feliz en el tiempo.

Entiendo que algunos consideren que merece la pena ver la carita del niño cuando recibe ese regalo, y no digo que no, pero, ¿no será mejor renunciar a ese rostro infantil de felicidad con el fin de evitar vivir la tristeza de tener que negar a tu hijo la comida que pide o el ocio durante muchos meses?

Entiendo que algunos consideren que merece la pena ver la carita del niño cuando recibe ese regalo, y no digo que no, pero, ¿no será mejor renunciar a ese rostro infantil de felicidad con el fin de evitar vivir la tristeza de tener que negar a tu hijo la comida que pide o el ocio durante muchos meses?

Estamos en un mundo absurdo, donde sentenciamos como mal padre o mala madre a los que no responden a las peticiones de los niños a los Reyes Magos y, sin embargo, consideramos unos progenitores abnegados a aquellos que se embargan hasta las cejas, que piden créditos para sentirse igual que quienes tienen la posibilidad de comprar cualquier regalo sin que su cartera se resienta en absoluto, aunque esté hipotecando el futuro de toda la familia.

He llegado a ver a padres que incitan a sus hijos a hacer peticiones menos modestas que las que ellos mismos habían elegido.

—¿De verdad que quieres ese coche? ¿No es mejor este que tiene pista, mando a distancia y luces?

—No sé.

—Sí, hijo, sí. Es mucho mejor, no ves que vale cuatro veces más.

—Si tú lo dices, por mí, vale.

Y no se lo enseñamos con palabras, lo hacemos con gestos, los nuestros, porque es así como actuamos cada día ante los demás y por mucho que tratemos de contar lo contrario a nuestros hijos, ellos siempre aprenderán más con nuestros actos que con nuestros consejos

Que yo no digo que los pequeños no deban recibir regalos en Reyes Magos, nada más lejos, pero que hay que hacerles entender hasta el punto que pueden llegar en sus peticiones y que ese punto debe estar relacionado con la situación económica de los papás, para que no rebase el límite que les permita seguir viviendo sin una soga al cuello.

Les enseñamos a nuestros hijos que hay que acumular más, tener más cosas, superar a nuestro vecino, no dar lo que es tuyo ni dejárselo a nadie si es un artículo caro. Les decimos que miren por encima del hombro al que tiene menos y que se aprovechen del que tiene más. Les animamos a llorar para recibir, a sonreír cuando les dan, a enfadarse si no obtienen lo que desean y a reaccionar en el momento que se lo quitan. Y no se lo enseñamos con palabras, lo hacemos con gestos, los nuestros, porque es así como actuamos cada día ante los demás y por mucho que tratemos de contar lo contrario a nuestros hijos, ellos siempre aprenderán más con nuestros actos que con nuestros consejos.

Y ahora, id si queréis a pedir un crédito para regalos ultracaros, pero no lo olvidéis: les estáis enseñando a vuestros hijos a equiparar el cariño con el dinero, a más cariño, más dinero hay que dar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).