Con la Iglesia hemos topado
Hablar de la iglesia es dar pie a la polémica, lo sé. Tal vez por eso no me ha gustado mucho dar mi opinión sobre asuntos que sólo a los que se sientan cómodos alrededor de cualquier religión les conciernen; sin embargo, pese a que estamos en un Estado supuestamente laico, no podemos obviar que todos financiamos parte de la iglesia católica, lo queramos o no, ya que está exenta de pagar impuestos como el de Transmisiones Patrimoniales o el IBI. Y eso nos coloca en una posición de observador que, inevitablemente nos obliga a mantener una opinión sobre las acciones que ordenan sus mandatarios.
Por ejemplo, cuando en 2005 se levantó el debate acerca del matrimonio homosexual por la decisión del gobierno de legalizarlo en España, la iglesia católica lideró por primera vez en muchos años una manifestación multitudinaria en Madrid, a favor de la familia tradicional y, por ende, en contra de una ley que igualaba derechos a una parte de la sociedad que paga, por cierto, todos sus impuestos, y que está formada por parejas homosexuales, con el resto de matrimonios heterosexuales. Durante varios meses, cientos de miles de feligreses levantaron la voz contra los gays, abanderados por decenas de curas que trataban de justificar los prejuicios y la homofobia hasta que, viendo que la propia sociedad obviaba este debate y prefería mantenerse al margen, decidió suavizar su postura centrándose en la acepción de la palabra matrimonio y atribuyéndose el origen de su significado: según explicaban, este término se originó en el seno del catolicismo únicamente para definir la unión de un hombre y una mujer, así que había que buscar otra palabra para el enlace entre dos hombres o dos mujeres. Afortunadamente, tampoco este intento de discriminación surtió efecto porque los españoles demostraron estar por encima de debates absurdos que incitaran al odio hacia una parte de la sociedad.
El caso es que esta semana hemos conocido una noticia de esas que muchas veces acabamos comentando en petit comité pero de las que da hasta miedo ofrecer una opinión, si no eres católico. El Vaticano ha apartado a Javier Salinas, hasta ahora obispo de Mallorca, por una supuesta relación impropia con su secretaria. La noticia viene a explicar que el esposo de dicha mujer empezó a sospechar que mantenían un idilio y contrató a un detective que documentó fotográficamente encuentros a deshoras en el Palacio Episcopal y en otros lugares así como grabaciones de conversaciones telefónicas. En vista de las pruebas, no del todo concluyentes por cierto, y pese a la continuas negativas al respecto por parte del hasta ahora obispo, el papa Francisco ha decidido su traslado como auxiliar a Valencia y ha nombrado para Mallorca un sustituto temporal hasta encontrar al candidato idóneo.
Tal vez fuera siendo hora de que la iglesia católica comenzara a plantearse una modernización y aceptar que los sacerdotes pueden desempeñar su función perfectamente aun compartiendo el amor a los feligreses con otro más cercano a una pareja, pero, más allá de eso, que es a los propios mandatarios de esta religión a quienes corresponde decidir, no se entiende una decisión de esas características.
Me refiero a que habría sido lógico que hubiera sido expulsado de la iglesia por no acatar las normas, si es que están seguros de que el obispo mallorquín ha mantenido una relación amorosa con cualquier mujer…de hecho, no me cabe ninguna duda de que si en vez de una señora y, con las mismas pruebas, le hubieran cazado con un hombre, lo habrían echado sin dilación. Y creo que algo semejante hubiera sucedido si en vez de a un obispo hubieran pillado a un simple sacerdote en las mismas circunstancias.
También habría sido cabal mantenerle en el puesto, confiando en su palabra y atendiendo a la máxima de que “todo hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Es decir, si el papa Francisco considera que no está probado lo que se cuenta de él, no debería contribuir a defenestrarle y señalarle ante el resto de sus compañeros.
Reconozco que este pontífice se está distinguiendo por sacar algunos trapos sucios del interior de la iglesia para lavar la imagen. Y creo que lo está haciendo bien, aunque no en este caso.
En el fondo, da la impresión de que se le quiere castigar pero poco: “lo quitamos de su puesto pero no lo condenamos al ostracismo. De esta manera, por un lado, apaciguamos a nuestros fieles más conservadores, por otro lado, damos la imagen de que dentro de nuestra congregación hay que cumplir las normas y además, perjudicamos lo menos posible al obispo”.
Lo que quiero decir es que enviar al tal Javier Salinas como auxiliar de Valencia no es lo que se viene a llamar un castigo severo en toda regla…De hecho, me recuerda un poco a la jugada torera del ex ministro jeta José Manuel Soria, al pedir que el gobierno le colocara al frente del Banco Mundial, a lo que sin vergüenza de ningún tipo, le concedieron el deseo pese a haber tenido que dimitir por evadir capital de España. El mayúsculo e inesperado escándalo de este nombramiento ha obligado a recular al gobierno que le ha incitado a rechazar el puesto en contra de su voluntad, tal y como el mismo ex ministro afirmó. Si las críticas no hubieran sido tan contundentes, el puesto tendría el nombre de Soria sin duda.
No seré yo quien levante el dedo acusador contra nadie y menos contra un obispo que no me toca nada y de una iglesia dentro de la cual no me siento incluido, pero teniendo en cuenta que estamos acostumbrados a escuchar opiniones exacerbadas y absurdas y otras más juiciosas de los prelados eclesiásticos, me considero con la capacidad moral suficiente como para afirmar que, una vez más, las normas están sólo para que algunos las cumplan y con el resto hacemos como que les castigamos y tratamos de que en el exterior tengan esa misma impresión, pero sin que esto suponga un estropicio para el interesado.