Capítulo I: Vamos allá
¿Es un pecado citarse a uno mismo? Pues si es así, estoy a punto de cometerlo. En la última entrada de Horas contadas, el blog que hice para GranadaiMedia (una gente a la que estaré eternamente agradecido), dije que yo seguiría escribiendo porque escribir es una de las cosas que más me gusta hacer. “Lo haré sobre esto o lo otro, para mí o para difundirlo Urbi et Orbe, según me dé”, añadí.
Pues va a ser Urbi et Orbe. Por lo menos teóricamente, esto lo pueden leer en Polopos-La Mamola (glorioso nombre para un pueblo, si hay que decirlo todo) y en Singapur. Tengo para mí que ni en un sitio ni en el otro tendré muchos lectores, pero eso no hace al caso.
Sí lo hace que me han propuesto embarcarme en otro blog y no he sabido negarme. La verdad es que a Juani es difícil decirle que no; a él le cuadra perfectamente la definición de Morrisey, es un ‘charming man’.
Además, a veces te ponen las cosas tan a huevo que es imposible decir que no. “Escribe de lo que se te antoje, tema libre”, va y me suelta, cuando ya llevamos tres o cuatro vinos en lo alto. Total, que, envalentonado ante esa muestra de confianza en mi capacidad (que yo, en cambio, sí que pongo en duda, y más a menudo de lo que pueda pensarse), contesto que venga, que escribiré de música. Porque la música, por si alguien aún lo ignora, es otra de las cosas que más me gusta en la vida.
El camino equivocado es el nombre que unos amigos de La Coruña le pusieron a un programa de radio que hicieron a principios de los años ochenta. Era un espacio en el que no tenían cabida las canciones que sonaban en las radiofórmulas. Ese era un camino que no querían transitar. Aun a sabiendas de que así tendrían muchos menos oyentes, prefirieron tomar el camino equivocado. Me encantó la decisión, la metáfora que sugirieron con ella. Espero que no tomen a mal que les robe el nombre. No es un plagio; es, como prefieren decir ahora los músicos que copian, un homenaje.
Aquí voy a hablar de grupos y artistas que me aportan algo, aunque no necesariamente positivo. De hecho, si escribiera sólo de las cosas que me agradan no sería yo. Despellejar a quienes musicalmente me resultan odiosos es, más que nada, una necesidad. Y resalto, ojo, lo de musicalmente; otra cosa es que como personas sean excelentes, que cocinen de escándalo, que sean un ejemplo como padres, etcétera.
No me he planteado seguir un orden, por ahora prima la anarquía. Un artículo irá sobre un concierto que presencié, en el siguiente daré mi opinión sobre tal o cual gente… En fin, como vea. Porque, como dejó dicho Vladimir Voinóvich, y así de paso adorno este primer artículo con otra cita, hay personas que sólo necesitan escribir. Y lo que pase luego con lo que escriben les trae completamente sin cuidado.
Así de despreocupado nace este blog, en el que espero millones de comentarios. Los elogios serán bienvenidos. Los dardos envenenados, también. Al fin y al cabo la música, como el fútbol, como los libros y como tantas otras cosas que nos pueden hacer la vida un poco más feliz, es el reino de la pasión pequeña y privada. Quien se pueda molestar de verdad si se meten con sus idolatrados Mecano (un poner) me parecerá, por lo menos, alguien con poca personalidad. Prueben a ponerme a caer de un burro a los Kinks o a Elvis Costello, prueben. Quien lo haga recibirá a cambio mi sonrisa. ¿Qué otra cosa se merece ese degenerado?