'Beyoncé nos quiere a todes en la pista de baile'
A sus 40 años, Beyoncé está firmemente instalada en la fase imperial de su carrera. La texana es la reina indiscutible del pop de este siglo, aunque los Grammys se nieguen a reconocérselo con los grandes premios, concediéndole solo aquellos en categorías pensadas para artistas negros. Si bien siempre tuvo al público de su lado (todos sus álbumes de estudio han sido número 1 en EE.UU.), desde hace casi una década también la crítica se ha rendido a sus pies. Empezando por su disco homónimo (2013) y sobre todo con el conceptual Lemonade (2016), Beyoncé se ha convertido en una artista respetada por la calidad y variedad de sus producciones y por su capacidad de transmitir mensajes con su música. En particular, muchas de sus canciones de esta época son himnos feministas que hablan tanto de diversas facetas de la opresión que enfrentan las mujeres, especialmente las afroestadounidenses, como de la liberación a través de la búsqueda del placer, el sexo y el amor. Al mismo tiempo, su música ha ido conteniendo cada vez más guiños y referencias a la historia de la música negra, culminando en su espectacular concierto en Coachella en 2018, recogido en el documental y el álbum en directo Homecoming.
Lo que distingue la propuesta de Beyoncé es el nivel de cuidado y profundidad en su homenaje a la música de baile
Su esperado séptimo álbum, RENAISSANCE, es una continuación y una profundización de estas tendencias, aunque esta vez usando un nuevo concepto. Después del cierre forzoso de las discotecas con la pandemia y el confinamiento, parece que todas las grandes divas pop han sentido la necesidad de seguir el camino trazado por Dua Lipa y hacer su disco más bailable. Lo que distingue la propuesta de Beyoncé es el nivel de cuidado y profundidad en su homenaje a la música de baile. En primer lugar, por el carácter fluido de su LP, que avanza más como un mix de DJ que como una colección de canciones pop al uso. Y en segundo lugar, por la decisión de llenar el disco de alusiones a las raíces negras y LGBTIQ+ del género. Algunos son más obvios, como la participación de Grace Jones, la interpolación del estribillo de “I Feel Love” de Donna Summer en “SUMMER RENAISSANCE” o esa imagen de la portada, referencia a la entrada a caballo de Bianca Jagger en Studio 54. Otros requieren de una escucha más atenta, cuando no de una guía o un libro de historia (o al menos la inestimable ayuda de los usuarios de Genius).
El caso es que RENAISSANCE consigue inducir la sensación febril de estar sudando en una pista de baile, dejándose llevar por el ritmo. Los grooves son por lo general excelentes, gracias a la combinación de bases disco, house y dance con otros estilos como el bounce de Nueva Orleans, el Miami bass, el dancehall jamaicano o el Afrobeats de África occidental. Al centrarse de esa manera en el ritmo, las canciones en general no tienen estribillos muy claros o adictivos, sino que repiten una y otra vez diversas melodías o ganchos al mismo tiempo que las bases evolucionan y mutan. Así pues, no hay singles claros, aparte del exitoso “BREAK MY SOUL”, e incluso este destaca más por su brutal outro (con un sample de Big Freedia) que por su estribillo. Esto no significa, no obstante, que no haya canciones y secciones mejores y peores en el álbum. La introducción con “I'M THAT GIRL” me parece desafortunada, algo rígida en comparación con lo que vendrá después. A su vez, la sucesión hacia el final del tracklist de las algo planas y machaconas “HEATED”, “THIQUE” y “ALL UP IN YOUR MIND” rompe un poco el ritmo del disco, mucho más que la única canción lenta y romántica, la cálida y deliciosa balada soul “PLASTIC OFF THE SOFA”, que se integra gracias a su toque funky.
En contraste, los mejores momentos se dan gracias a la combinación de esos ritmos hipnóticos con momentos de inspiración melódica o vocal, ya sea cantando o rapeando
En contraste, los mejores momentos se dan gracias a la combinación de esos ritmos hipnóticos con momentos de inspiración melódica o vocal, ya sea cantando o rapeando, algo que hace cada vez con mayor soltura. “COZY” y “CUFF IT” destacan en la primera parte del álbum con ganchos excelentes. Hacia la mitad, “VIRGO'S GROOVE” atrapa durante sus seis minutos de evolución constante, mientras que “MOVE” conquista por el despliegue de agresividad y chulería de Beyoncé y Grace Jones. Y sobre todo, después del relativo bache antes mencionado, el disco termina en su mejor momento gracias a esas joyas que son “PURE/HONEY” y “SUMMER RENAISSANCE”. La primera empieza como un corte de house minimalista, con un control magistral de la tensión y la liberación, para convertirse después en una gran canción de disco melódico. La segunda es simplemente un hitazo: cada melodía es excelente, cada transición impecable. La mayoría de estas canciones centran su letra en el otro gran tema del disco: la búsqueda libre del placer sexual. El baile y el sexo se presentan aquí como maneras paralelas de encontrarse a una misma, y aunque obviamente no es la primera vez que Beyoncé escribe letras lujuriosas, se permite ser más explícita que nunca (“Taste me, that fleshy part/I scream so loud, I curse the stars”, canta en “VIRGO'S GROOVE”).
Así pues, estamos ante otro gran disco de Beyoncé. Las ya consabidas contradicciones entre su discurso progre en algunos temas y la descarada ostentación de su riqueza no opaca este éxito. Quizás no tenga la robustez de Lemonade, uno de los discos de pop mainstream más redondos de la historia, tanto a nivel musical como sobre todo narrativo. Pero a cambio tiene la capacidad de ponernos a bailar sin descanso y desatar nuestra capacidad para el disfrute y el placer. Si eso no es lo mejor que puede hacer un disco de pop, que baje Dios y lo vea. Quién sabe, tal vez el año que viene sea aquel en que por fin los Grammy se dignen a coronar (con un imperdonable retraso) a la reina. Tampoco es que lo necesite: ahora mismo todo el mundo le está haciendo la ola, y es que todes nos movemos al ritmo que marca Queen Bey.
Puntuación: 8/10