Autopistas en la Vega, de vuelta al siglo XX
Es difícil encontrar mejor ejemplo de política obsoleta y de despilfarro de dinero público que la VAU9. El PP desde la Junta de Andalucía (y antes el PSOE) está empeñado en construir una autovía entre La Zubia y Ogíjares conocida como VAU9. En condiciones normales, son 9 minutos los que se tarda en ir de un extremo al otro con las actuales infraestructuras. Existe un problema, porque en hora punta, se producen atascos y la gente llega a tarde a sus trabajos o a llevar a sus niños a un colegio que eligieron a kilómetros de sus viviendas. La cuestión es ¿Es la VAU9 la mejor solución? Pienso que no. Es más, pienso que es dinero tirado a la basura.
¿A cuánto nos va a salir el minuto ahorrado con esa nueva autovía en mitad de la Vega? ¿Cuánto va a tardar en amortizarse ese gasto de más de 30 millones de Euros para menos de 4 kilómetros de una autovía que une municipios que ya están comunicados por carreteras de alta capacidad? y sobre todo ¿Quiénes la van a usar y hasta cuándo?
Antes de planificar y poner en marcha esa obra, tendríamos que haber conocido un estudio coste beneficio al respecto ¿A cuánto nos va a salir el minuto ahorrado con esa nueva autovía en mitad de la Vega? ¿Cuánto va a tardar en amortizarse ese gasto de más de 30 millones de Euros para menos de 4 kilómetros de una autovía que une municipios que ya están comunicados por carreteras de alta capacidad? y sobre todo ¿Quiénes la van a usar y hasta cuándo? En definitiva, un cálculo de racionalidad económica de la obra. Por cierto, estos estudios se hacen siempre para los modos de transporte público, pero nunca para las carreteras, que parece que tienen bula.
Si se hiciera ese estudio, saldría negativo. Antes de diez años, apenas serán la mitad de coches los que corran por nuestras carreteras. Según la Agencia Internacional de la Energía, para 2025, es decir, antes de que esté terminada la VAU9, el mundo no será capaz de producir entre un 15% y un 30% de la demanda anual de petróleo. En adelante, la escasez será cada vez más grave, abocándonos a un escenario de combustible cada vez más escaso y más caro. ¿Cuántos seguiremos cogiendo el coche para todo cuando el combustible esté a dos euros o tres el litro?
Por otro lado, el coche eléctrico va camino de convertirse en el mayor bluff del siglo XXI. No vamos a tener un coche eléctrico por familia, ni mucho menos. No vamos a tener autovías y calles repletas de coches como ahora las vemos, sólo que eléctricos. Ni hay capacidad de generación eléctrica, ni está resuelto el problema de la recarga ni hay suficientes metales y tierras raras como se necesitan para construir cientos de millones de coches y baterías, sólo en Europa. Es mentira. Una mentira que se cree la ciudadanía desinformada, que cuentan directivos de la industria preocupados tan sólo de que sus corporaciones aguanten una década más y que repiten políticos oportunistas preocupados tan sólo de que parezca que tienen una solución al gusto de sus votantes.
Las soluciones son: transporte público, vehículos de uso público, bicicleta o vehículos individuales eléctricos y, por supuesto, reducir la necesidad de movilidad inducida por un diseño de las ciudades pensadas para que lo hagamos todo en coche, desde comprar hasta ir al cine o a clase
Hay soluciones a la movilidad general, pero no son del gusto de consumidores ni votantes. No son tan cómodas y agradables como nuestros actuales coches, sea cual sea su fuente de energía. Las soluciones son: transporte público, vehículos de uso público, bicicleta o vehículos individuales eléctricos y, por supuesto, reducir la necesidad de movilidad inducida por un diseño de las ciudades pensadas para que lo hagamos todo en coche, desde comprar hasta ir al cine o a clase. Habrá coches eléctricos, por supuesto, pero pocos, caros y desde luego no como solución general a la movilidad. ¿Para qué construir tanta autovía si vamos a tener la cuarta parte de coches particulares o menos en circulación? La alternativa más racional energéticamente es el transporte ferroviario de corta, media y larga distancia.
Mientras tanto, cada euro gastado en seguir construyendo autovías es un euro tirado. No llegaremos a verlas gastarse por el uso. Habrá quien diga que este es un planteamiento catastrofista, que no es para tanto, que el pico del petróleo no existe... los mismos que niegan hoy el pico del petróleo son los que negaban el cambio climático hace quince años o el agujero de ozono hace treinta. Son como Álvarez Cascos, que votó contra el divorcio y ya va por el tercero.
Todavía no nos hemos sacudido el espanto del escándalo de los aeropuertos sin aviones y ya nos están vendiendo la buena noticia de las futuras autovías sin coches. Hay que parar inmediatamente de construir carreteras y empezar a tomarse en serio la recuperación del tren
Todavía no nos hemos sacudido el espanto del escándalo de los aeropuertos sin aviones y ya nos están vendiendo la buena noticia de las futuras autovías sin coches. Hay que parar inmediatamente de construir carreteras y empezar a tomarse en serio la recuperación del tren. Es esencial que se acelere el desarrollo ferroviario, porque cada año que pasa, no sólo va a ser más caro que nos movamos las personas, también lo va a ser que vengan los turistas y sobre todo que se muevan nuestras mercancías si tienen que hacerlo por carretera o avión, es decir, empleando combustibles fósiles. Defender el tren no es una cuestión de nostálgicos del ferrocarril ni de ambientalistas feraces. Es un elemento central de racionalidad económica. Es el modelo de movilidad de personas y mercancías del siglo XXI ¿Por qué creen que es la línea estratégica troncal de la política europea? Lo es, y Granada corre serio peligro de quedarse fuera. Lo triste es que la mayoría de nuestros gobernantes todavía funcionan con esquemas o responden a intereses del siglo pasado, como demuestran obras como la VAU9. No están a la altura. Es la ciudadanía informada la que tiene que abrirles los ojos. En octubre se está planteando una gran movilización en defensa del ferrocarril convencional. Ahí tiene que estar Granada, defendiendo nuestra conexión con el mundo y la competitividad en costes de nuestro sector turístico y productivo.