La Alhambra somos todos. Pero todos, todos

Blog - Cuestión de Clase - Manuel Morales - Miércoles, 26 de Septiembre de 2018
Miguel Rodríguez
Este verano, como los anteriores, se han publicado varios reportajes con clasificaciones sobre los 10, 12 o 15 sitios a evitar como turistas. Se trata de lugares muy atractivos, pero tan saturados por ello mismo, que han perdido el encanto para el visitante. Hasta el punto que, este, si finalmente se decide a conocerlos, obtiene una experiencia incómoda y frustrante que daña el atractivo turístico del destino en su conjunto.

Especialmente graves son estas situaciones cuando afectan a conjuntos patrimoniales cuya sobreexplotación no sólo daña su imagen y potencial turístico, sino al propio patrimonio, poniendo en riesgo su conservación. Es el caso de Taj Mahal, visitado por masas ansiosas de turistas que, como pasajeros del metro en hora punta, se apretujan sobre los dinteles, suelos y columnas para conseguir (o no) atisbar algún detalle del monumento entre las espaldas sudorosas de la masa de la que ellos mismos forman parte. La UNESCO ya ha alertado de esta situación y el propio servicio arqueológico de la India está reclamando una regulación para limitar el número de visitas diarias.

El hecho es que en plena expansión turística, estamos consiguiendo evitar que se sature y deteriore nuestro principal elemento patrimonial, la Alhambra. Un monumento que es mucho más que un atractivo turístico. Es una seña de identidad colectiva y un patrimonio público no solo de la generación actual, sino de las pasadas y las futuras. Por eso, porque la Alhambra somos todos, hasta los no nacidos, tenemos el derecho y el deber de garantizar colectivamente su conservación, más allá de intereses particulares que puedan pretender otra cosa

Tengo que decir que entre esos reportajes, es imposible encontrar ni La Alhambra ni Granada. No. La visita a nuestra ciudad y a su monumento más atractivo siguen siendo una experiencia recomendable. Buenas noticias. Y eso pese a que el turismo en nuestra ciudad no ha dejado de crecer y de crecer por encima de la media, pasando de representar el 14% de Andalucía en 2008 al 17% en la última campaña, en una década de expansión en la que las pernoctaciones hoteleras han crecido cerca de un 20%. Siguen las buenas noticias, aunque no para todos, porque pese al crecimiento se ha destruido un 3% del empleo hotelero.

El hecho es que en plena expansión turística, estamos consiguiendo evitar que se sature y deteriore nuestro principal elemento patrimonial, la Alhambra. Un monumento que es mucho más que un atractivo turístico. Es una seña de identidad colectiva y un patrimonio público no solo de la generación actual, sino de las pasadas y las futuras. Por eso, porque la Alhambra somos todos, hasta los no nacidos, tenemos el derecho y el deber de garantizar colectivamente su conservación, más allá de intereses particulares que puedan pretender otra cosa. Y uno de los principales elementos de protección es la limitación de la visita a los palacios nazaries a 300 personas cada media hora.

Este verano también hemos vivido una lamentable campaña dirigida por intereses particulares y que plantea terminar con esta protección por puro afán de lucro. Es lógico: como granadinos lo que nos interesa es una explotación sostenible de la Alhambra compatible con la protección de nuestro patrimonio colectivo. Pero a ciertos operadores particulares, lo que les interesa es que venga cuanta más gente mejor, por encima de la protección del monumento y de la imagen turística del destino Granada. Hacer mucha caja, como sea. Y si pueden ser ellos quienes vendan o revendan las entradas, como hacían hasta hace poco, mejor. Ese y no otro es el verdadero objetivo de la campaña “Alhambra somos todos” que en realidad debería llamarse “Alhambra para mí y mis colegas”.

Defender la sobreexplotación de La Alhambra tiene que ver con el turismo sostenible lo mismo que el canibalismo con la gastronomía. Su uso turístico ya está en su límite. Ya recibe el 99,9% de las visitas compatibles con su conservación y los granadinos debemos ser los primeros en negarnos a que se venda una sola entrada más. Que los empresarios turísticos de Málaga se quejen porque quieren mejorar sus ingresos saturando la Alhambra es irresponsable. Un cortoplacismo al que se han sumado sectores de la patronal granadina en busca del beneficio particular, aunque conlleve la destrucción de bienes comunes. Un disparate.

A ciertos operadores particulares, lo que les interesa es que venga cuanta más gente mejor, por encima de la protección del monumento y de la imagen turística del destino Granada. Hacer mucha caja, como sea. Y si pueden ser ellos quienes vendan o revendan las entradas, como hacían hasta hace poco, mejor. Ese y no otro es el verdadero objetivo de la campaña “Alhambra somos todos” que en realidad debería llamarse “Alhambra para mí y mis colegas”

La actual dirección de La Alhambra ha tomado algunas decisiones polémicas pero acertadas: expandir el producto de las entradas ligadas a la pernoctación hotelera es sin duda una de ellas. El incremento de entradas ligadas, mediante el bono turístico, a la visita a otros monumentos, también. Ambas conllevan la prolongación de la visita en Granada, aumentando el empleo y los ingresos del sector. Pero también hay que reconocer como acertada la transformación del modelo de entrada, que ha pasado a ser nominal. No sólo por motivos de seguridad. También porque acaba con un mercadeo de entradas de reventa que era un secreto a voces en la ciudad y que constituía, en la práctica, una privatización encubierta de la comercialización del monumento. Por supuesto esto ha levantado voces de protesta interesadas, las de quienes se beneficiaban de un modelo de comercialización del siglo XIX que, afortunadamente, debemos dar por superado.

Se echa en falta una acitud más proactiva y ambiciosa por parte del gobierno de Andalucía, que tanto tiene que decir aquí. Se echa en falta que miren más por Granada. Tenemos un monumento que, en su faceta de producto turístico, registra una demanda superior a su oferta. Las posibilidades que esto ofrece al sector público para incrementar el gasto turístico en toda la provincia son inmensas y sólo se han comenzado a explorar: el incremento de las visitas guiadas, la consolidación del bono turístico local y la creación de uno provincial, la expansión de la visita nocturna, etc. Todo lo imaginable hasta acabar con ese nefasto modelo de la “excursión a La Alhambra” tratada como si fuera un monumento periférico de la Costa del Sol o de la Baja Andalucía. Si las políticas se aplican acertadamente, tendríamos que acabar demoliendo por innecesario el aparcamiento de la Alhambra que nunca debió construirse (¿Alguien ha visto el aparcamiento de la Torre Eiffel o de las Casas del Parlamento?) y tendremos visitantes, que no turistas, que subirán a La Alhambra desde Plaza Nueva, el Realejo o el Paseo de los Tristes en el marco de una visita de al menos un par de días a nuestra ciudad, que no se merece menos.

Espero que mis nietos lo vean. Será un modelo que genere más empleo y riqueza en la ciudad y siga garantizando la protección del patrimonio. Porque La Alhambra somos todos, también los que no veríamos reflejada en la cuenta de explotación de nuestra empresa la odiosa saturación de sus palacios.

 

Imagen de Manuel Morales
Hijo de padres andaluces, crecí en Madrid y vivo en Granada desde los 19 años. Casado y padre dos hijas.
Me licencié en Física por la Universidad de Granada y realicé un master universitario en energias renovables. Trabajo como funcionario de la Agencia Estatal de Meteorología. Realicé en el Instituto para la Paz y los Conflictos, los cursos de preparación para un doctorado que nunca terminé, al interponerse la política en el camino.