Abrazos para todos
El universo tal y como lo conocíamos ha cambiado para siempre. Ese fin del mundo que tanto temíamos y que sufríamos a través de las películas apocalípticas ha llegado y a partir de ahora brotará algo nuevo aún por descubrir.
Esos problemas del día a día que nos ocupaban y nos hacían enfadarnos, entristecernos, movilizarnos… De pronto, todo ha dado un giro de ciento ochenta grados. Ya nada es tan importante como el superar una pandemia que nos dicen que no es grave, pero que está dejando un reguero de infectados a su paso
Hace unas semanas escuchaba lo del Coronavirus como una voz de fondo mientras seguía enfrascado en mis problemas: que si el coche se había estropeado, que si había que arreglar el grifo de casa, que si me preocupaba por el aprendizaje de mi hijo en el colegio… Esos problemas del día a día que nos ocupaban y nos hacían enfadarnos, entristecernos, movilizarnos… De pronto, todo ha dado un giro de ciento ochenta grados. Ya nada es tan importante como el superar una pandemia que nos dicen que no es grave, pero que está dejando un reguero de infectados a su paso.
Y lo que parecía imposible se ha convertido en realidad: la mayoría ya no nos levantamos para ir al trabajo, los niños no van al colegio, el contacto físico se ha reducido al máximo, no vemos a nuestros mayores y la preocupación por la salud se ha filtrado por todos los rincones de las viviendas particulares.
¡Es tan difícil especular sobre lo que nos espera al final del túnel! No sabemos si pasada esta temporada, cuando volvamos a pisar la calle con tranquilidad, nos mantendremos económicamente a flote o seremos pobres o hasta paupérrimos, ni si cambiaremos completamente de función laboral.
Hay cientos de miles de personas que han dejado su puesto y que, pese a que les han dicho que volverán a él en cuanto acabe esto, quizás para entonces hayan decidido elegir otro tipo de empleo.
Y de esto no se va a librar nadie porque tenga mucho dinero o poder, ni siquiera el rey de España, que ya ha recibido la reprobación de gran parte de la sociedad desde sus propios hogares en forma de cacerolada por las actividades turbias de su padre, un monarca emérito que cada vez tiene menos adeptos
Habrá profesiones en auge, como psicólogos, médicos, enfermeros y demás sanitarios… porque van a surgir necesidades nuevas y otras se van a evaporar como las gotas de lluvia al contacto con el sol. Y de esto no se va a librar nadie porque tenga mucho dinero o poder, ni siquiera el rey de España, que ya ha recibido la reprobación de gran parte de la sociedad desde sus propios hogares en forma de cacerolada por las actividades turbias de su padre, un monarca emérito que cada vez tiene menos adeptos.
Nos va a tocar reconstruir un mundo extraño, con muchos daños morales, con menor contaminación y algunos problemas medioambientales menos, después de esta reclusión. Y como todas las crisis, surgirá una oportunidad para hacerlo mejor.
Llevamos días escuchando críticas a las diferentes Administraciones sobre la gestión del virus, seguramente la mayoría de ellas acertadas, pero no podemos olvidarnos de que esto es una pandemia global, mundial, que va a afectar en todas partes. Y aunque los ingleses se intenten mantener al margen y den prioridad a la economía sobre la salud, eso no va a evitar que se infecten. Quizás los chinos hayan sido los primeros y los que han ocultado los detalles que hubieran minimizado el problema, pero no es fácil asumir un asunto de semejantes dimensiones hasta ahora desconocido.
No toca ahora pedir responsabilidades, ni malgastar el tiempo echándose en cara unos a otros lo que creen que han hecho mal. Lo primordial es unirse en todas las partes del globo, actuar como si fuéramos un solo ser, compartir la información, apoyarnos, remar juntos hacia el mismo horizonte porque esa será la única manera de despojarnos del poder de un virus que ha sido capaz de trastocar todas nuestras prioridades tanto en China, como en Italia, España, El Congo o en Argentina.
Estoy seguro de que saldremos reforzados de esta crisis, que somos capaces de asimilar el reto de ver a nuestro jefe como un amigo, alguien a quien querer más que odiarle, que podemos enfrentarnos unidos, pero también soy consciente de las dificultades que se avecinan
Estoy seguro de que saldremos reforzados de esta crisis, que somos capaces de asimilar el reto de ver a nuestro jefe como un amigo, alguien a quien querer más que odiarle, que podemos enfrentarnos unidos, pero también soy consciente de las dificultades que se avecinan.
Estamos solo al inicio, todavía recordamos lo que es tomarse una cerveza fresquita en una terraza rodeados de amigos, pero ya solo podremos hacerlo a través de nuestra imaginación durante varias semanas o meses. Poco a poco, el tiempo de encerramiento hará mella y nos irá atemorizando, crispando los nervios y agobiando más y más. No va a ser fácil, pero Nelson Mandela lo tuvo más difícil y salió airoso del trance de estar encerrado durante veintisiete años en celdas diminutas. Nosotros tenemos casas más grandes, televisiones, Netflix, Movistar y HBO, música, ordenadores, comunicación exterior…
En mi caso, he tomado la decisión de informarme, pero sin estar todo el día escuchando noticias porque me llegarían a desesperar. Prefiero jugar con mis hijos, hacer ejercicio diario con ellos, ayudarles con las tareas del colegio, ver películas, mantener rutinas y actividades que nos llenen el día a día
En mi caso, he tomado la decisión de informarme, pero sin estar todo el día escuchando noticias porque me llegarían a desesperar. Prefiero jugar con mis hijos, hacer ejercicio diario con ellos, ayudarles con las tareas del colegio, ver películas, mantener rutinas y actividades que nos llenen el día a día. Ha llegado el momento de dedicar todo el tiempo a nuestras familias, a nuestras parejas e hijos, eso que tanto deseamos un día y no podíamos hacer porque el trabajo lo copaba todo, excepto para aquellos que siguen realizando su labor, además de los profesionales de la salud: empleados de gasolineras, dependientes de tiendas de alimentación, cuidadores de residencias de ancianos o de personas con discapacidad, Fuerzas policiales y militares, panaderos… Ellos se tienen que exponer para beneficiar al resto de la sociedad. Ese es ahora el principal acto de generosidad y solidaridad que existe.
Y bajaremos a la calle a respirar aire puro, a sentirnos plenos solo por el simple hecho de caminar sobre el sendero sin prisa, observando las flores, el cielo, los árboles o el río, sin agobio, sin temor a contagiarnos de nada...
Hace unos días, dar la mano a un desconocido era un gesto de educación y abrazar a tus padres era un signo de cariño, hoy, sin embargo, ambos se han convertido en actos de alto riesgo y contraindicados. Estoy seguro de que llegaremos a echarlo tanto de menos que cuando se acabe esta hibernación obligada y el presidente aparezca en televisión diciendo que podemos salir a la calle, abriremos las puertas de par en par y abrazaremos con sincero cariño a nuestro vecino, ese que tanto nos molestaba, y bajaremos a la calle a respirar aire puro, a sentirnos plenos solo por el simple hecho de caminar sobre el sendero sin prisa, observando las flores, el cielo, los árboles o el río, sin agobio, sin temor a contagiarnos de nada.
Hay otro mundo en camino distinto del que hemos conocido, quizás incluso mejor que el que tuvimos, y hasta que esté preparado para brotar ante nosotros como la nueva realidad, nos va a tocar sufrir en silencio, recapacitar sobre nuestras prioridades, sobre lo que de verdad buscamos en la vida. Eso sí, que nadie se olvide, ya esté sin compañía en casa o con su familia, anciano o joven, enfermo o sano, con trabajo o sin jornada laboral, de que no está solo, de que el mundo entero vive algo semejante y de que unidos podemos combatirlo y tenemos que cuidarnos para que al final sigamos estando en condiciones de buscar la felicidad.