Abajo el postureo
Leo en la información política del día, que “Carmena y Colau, símbolos del cambio”, y al margen de lo que pueda pensar de las estrategias, las tácticas y los programas que representan, me viene a la cabeza una idea que me emociona. Ambas mujeres son, en efecto, símbolos de un cambio, emblemas de un nuevo tiempo político en el que vale, por encima de todo, lo que se piensa, cómo se actúa y que valores se defienden. Y deja de valer (espero que definitivamente) la edad, la altura, la belleza y el “postureo”, símbolos de la política vacía, ridícula y estéril en la que algunos nos han querido, y siguen queriendo, meternos.
Esta reflexión es ajena a los partidos “nuevos o viejos” y quienes pudieran representarlos en cada momento. Por el contrario es una reflexión que adquiere pleno sentido en un contexto de exceso de marketing político, tan sólo pendiente de la instantánea precisa en el momento justo, de la sonrisa “profidén” a todas horas y de la ropa de marca adecuada para cada ocasión. Por eso, el hecho de que las ansias de cambio existentes en nuestra sociedad, y que comparto plenamente, por ser muy consciente de la responsabilidad de mi Partido en las mismas, hayan podido verse representadas por dos mujeres maduras, en absoluto superficiales, políticamente con principios (se compartan o no), sólidas en su trayectoria y en su discurso y coherentes en su acción con sus ideas, es, para mi, toda una grata noticia.
Espero y deseo que las ansias de cambio político vayan en la dirección de más y mejor política; de más y mayor compromiso ciudadano. En definitiva, de política con mayúsculas, en la que primen las ideas, las propuestas y la manera de vivirlas. Y se destierre, para siempre, la dictadura del postureo, que tanto daño ha ocasionado en nuestras formas políticas, y que, si no andamos con cuidado, se travestirá, de la mano de los llamados “partidos nuevos”, en nuevas propuestas vacías, recubiertas de tópicos muy antiguos, como “cambio”, “modernidad”, “transformación”, etc. Manuela Carmena y Ada Colau suponen, rotundamente, el soplo de aire fresco necesario. Sin ninguna necesidad de ser jóvenes ni bien parecidas. Tan sólo siendo coherentes, responsables y comprometidas.