Tras el 15J, más insolvencia aún si cabe
Parecía imposible, pero va a resultar que no. Una vez pasado el 15 de junio y constituidos los Ayuntamientos y elegidos y elegidas los alcaldes y alcaldesas, todo parecía indicar que las nuevas corporaciones se dispondrían a hacer alguna de las siguientes cosas: empezar a gobernar, empezar a organizar el gobierno, esbozar esa organización del gobierno, o al menos a aprender (mediante cursillo acelerado) de que va esto de "gobernar". Se daba por hecho que era imposible alcanzar un mayor grado de insolvencia política que el mostrado, en términos generales, durante el periodo transcurrido entre la celebración de las elecciones y el citado 15 de junio. Pero resulta que no, que tras el 15J aún no se ha alcanzado el grado máximo de insolvencia, y hay quienes están empeñados y empeñadas en demostrarnos que se pueden superar, que aún es posible comportarse con mas irresponsabilidad y desconocimiento, que se puede aumentar la dosis de infantilismo y que estamos lejos de alcanzar el cénit.
Pero resulta que no, que tras el 15J aún no se ha alcanzado el grado máximo de insolvencia, y hay quienes están empeñados y empeñadas en demostrarnos que se pueden superar, que aún es posible comportarse con mas irresponsabilidad y desconocimiento, que se puede aumentar la dosis de infantilismo y que estamos lejos de alcanzar el cénit
Quiero dejar claro que cuando me refiero a insolvencia, en absoluto estoy criticando las legítimas negociaciones y los legítimos pactos realizados. He dicho y escrito infinidad de veces que gana quien gobierna, y gobierna quien suma la mayoría de votos. Y que las razones de esas negociaciones y esos pactos son legítimas (salvo que se demuestre lo contrario, lo que no estoy en disposición de hacer), y que corresponde al pueblo soberano emitir su opinión al respecto en la siguiente llamada a las urnas. Por tanto, cuando hablo de insolvencia me refiero a la escasa consistencia política mostrada por los actores de esas negociaciones, que han obviado programas y propuestas políticas como guión de aquellas, y no se han recatado de mostrarse, en la mayoría de los casos, como infantes peleándose por un juguete, que todos han considerado de su propiedad. Un juguete por el que se estaba dispuesto a matar, pero que ha dejado de ser pieza anhelada, si otro juguete mejor o más grande aparecía como posibilidad en el horizonte.
Todo ello debía haber quedado atrás el pasado sábado. Ya finalizó la pelea por los juguetes y ya cada cual tiene el suyo. Insisto, la manera de obtenerlo ya no es objeto de mi reflexión, aunque constituya un ameno objeto de conversación. Y sin embargo, en un alambicado ejercicio de patetismo infantiloide, de nuevo la insolvencia aparece en el escenario, y quienes supuestamente se quedaron con algunos juguetes o parte de éstos, siguen protestando porque consideran que el botín se les queda chico, o porque resultaron engañados en el reparto del sábado, o porque atisban que las promesas recibidas a cambio de quedarse sin juguete no se van a cumplir. Si no fuera porque es una verdad evidente lo que narro, sería digno de ser tachado de imposible.
Que menos de 48 horas después de formarse los Ayuntamientos, haya fuerzas políticas que agitan la posibilidad de una moción de censura, contra la misma persona a la que votaron el sábado es claro síntoma de un grave trastorno
Que menos de 48 horas después de formarse los Ayuntamientos, haya fuerzas políticas que agitan la posibilidad de una moción de censura, contra la misma persona a la que votaron el sábado es claro síntoma de un grave trastorno. Primero porque no cabe contradicción mayor. Segundo, porque o bien ignoran los requisitos numéricos para presentar la Moción (que ya sería muy grave), o bien porque piensan que todas las fuerzas políticas se van a comportar con la insolvencia o los bajos instintos que ellos mostraron hace dos días (que ya es de traca). Cómo no todo van a ser desgracias, al menos nos queda el consuelo de que la Ley fija un máximo de 30 días para constituir los organigramas y la estructura de los gobiernos municipales. Visto lo visto, no deja de ser un consuelo ese "límite" temporal a la insolvencia. Aunque, también visto lo visto, es para echarse a temblar la perspectiva de un "gobierno" compuesto de semejantes mimbres. Como diría el castizo, "que dios nos coja confesados".