Hablan de religión cuando lo que quieren decir es capitalismo
La mayoría de los que votaron en contra de la legalización del aborto alegan sentimientos religiosos pero parece que olvidan la mitad de los mandamientos y obvian las más de 80.000 mujeres muertas al año por aborto clandestino en el mundo. Alegan el derecho a la vida, pero a la vida de quién y qué tipo de vida y para qué fin.
Delante de nuestros ojos tenemos un capitalismo cada vez más salvaje y violento que divide y segrega, que relega a las mujeres pobres a la reproducción de la mano de obra, un orden social patriarcal que las excluye al mismo tiempo del trabajo remunerado y las coloca por tanto en una posición inferior a la del hombre.
La legislación que penaliza el aborto como tantas otras, en tantos países, no afecta por igual a todas, es una legislación que divide y disgrega por clases sociales y penaliza a quienes no pueden pagar la libre elección con dinero. En realidad es una herramienta más de división entre hombres y mujeres y entre mujeres y mujeres, que impide de facto la defensa de los recursos naturales y deja el campo allanado a la expropiación de los recursos naturales y la esclavitud. Imprescindible darnos cuenta de abajo arriba, de que solo la solidaridad de clases, entender el sentimiento de comunidad, de lo común, de lo que es de todos, dará paso a la construcción colectiva contra lo que el capitalismo lucha violentamente y sin descanso, desde hace décadas incluso siglos.
129 a favor y 125 en contra en el Congreso y 31 a favor y 38 en el Senado del país argentino, en contra de la legalización del aborto, indica que tenemos que recorrer aún un largo camino hasta desmontar las mentiras y demagogias de quienes obstentan en realidad el poder sobre la mayoría.
Regenerar la política y mejorar el acceso a la representación pública de las mayorías y minorías sociales, ampliar los márgenes de la democracia participativa, socializar la información y repartir de esta forma las cuotas de poder es el único camino para devolver la soberanía popular a su gente y reencontrarnos con la soberaría de los pueblos y sus territorios, es la única vía de escape a esta masacre de derechos fundamentales, el derecho a la vida, a una vida digna, a la sostenibilidad de los territorios y de las comunidades.
"No era suficiente el control de las herramientas del trabajo productivo sino que, y esto es lo más importante, era imprescindible iniciar un proceso de dominación del trabajo reproductivo"
Como dice Silvia Federeci el capitalismo no es un proceso evolutivo hacia el progreso y desarrollo sino justo lo contrario, fue la respuesta a las luchas campesinas y de artesanos de la época feudal por parte de las clases dominantes, los grandes terratenientes, la iglesia y los grandes mercaderes, que desarrollaron todo un conjunto de estrategias que empezaron con la expulsión de los campesinos de sus tierras pero no exclusivamente. No era suficiente el control de las herramientas del trabajo productivo sino que, y esto es lo más importante, era imprescindible iniciar un proceso de dominacion del trabajo reproductivo. De ahí hasta nuestros días, hoy volvemos a ver este proceso exacerbado de despojo de la mayoría social de todo lo que tienen, de su capacidad de empoderamiento, con las reformas laborales, la precarización hasta extremos inadmisibles, los recortes sociales y un retroceso en las leyes que puedieran servir al empoderamiento de las mujeres para volver a conseguir una vez más que la clase trabajadora acepte un nuevo endurecimiento de la disciplina impuesta y las condiciones de trabajo de un sistema que destruye a pasos agigantados la riqueza de los pueblos. Lo vemos con casos tan claros como las inversiones en proyectos de minería a cielo abierto, o con las empresas de ganadería industrial intensiva en nuestros pueblos y un largo etc de expoliación a sabiendas y consentido.
Durante la época de la caza de brujas no solo se dictaban leyes que permitieron la muerte de millones de mujeres pobres que según decían asesinaban niños y hacían pomadas curativas con sus cuerpos, política del terror que sirvió fielmente a la división como estrategia, sino que se dictaban al mismo tiempo leyes con penas durísimas contra las mujeres que usaban métodos anticonceptivos obligando a las mujeres a procrear. Es el control absoluto sobre el cuerpo de la mujer lo que pone el Sistema al servicio de la acumulación de capital.
En todos los países los gobiernos intentan controlar cómo las mujeres procrean porque según el capitalismo la riqueza de un país se mide por el número de pobres que se pueden explotar, e incluso deciden quien puede reproducirse y quien no. Son principalmente las mujeres pobres las víctimas de este tipo de estrategias, es una argucia, y los argumentos religiosos: pura demagogia premeditada para debilitar a la clase trabajadora. Mientras nos hacemos conscientes, mientras luchamos contra este tipo de poder devastador miles, más de 80.000 mil mujeres pobres al año, seguirán muriendo por abortos clandestinos, el coste económico de sus hijos huerfanos, el coste económico de hospitalizaciones tras los enormes y graves problemas tras los abortos autoinducidos es un coste irrisorio para un sistema que utilizar a la humanidad, la naturaleza, los animales para sus propios fines. Que torpeza la nuestra, como especie, no saber defendernos de esto hasta ahora.
Pilar Rivas es concejala no adscrita en el Ayuntamiento de Granada y candidata de Equo a las municipales.
