Campaña Inagra contenedor marrón.
Artículo de Opinión, por Jesús de Manuel Jerez

Frente al discurso del odio, Andalucía en el fiel de la balanza

Política - Jesús de Manuel Jerez - Miércoles, 4 de Octubre de 2017
Una reflexión sobre Cataluyna por Jesús de Manuel, diputado autonómico de Podemos por Granada, con llamada al diálogo y la sensatez, y al papel fundamental que puede desempeñar Andalucía en el conflicto abierto.
Una escena del 1-O.
De Twitter, replicada por varios medios.
Una escena del 1-O.

Vivimos tiempos graves donde el discurso del enfrentamiento se extiende como una mancha de aceite. Hoy no hace falta sintonizar tertulias de la derecha extrema para conocer el argumentario con el que riegan a la audiencia como un aspersor que a base de pasar muchas veces por el mismo sitio va infiltrando su mensaje hasta el interior profundo de las conciencias. Basta asomarse a las redes sociales para ver cómo se repiten, de segunda mano, las matrices que los opinadores profesionales al servicio del poder propagan de manera machacona desde sus centros de producción ideológica. Y hay que decir que la lógica guerrera que asalta las redes hoy empieza a adquirir tintes aterradores.

La maquinaria de agitación y propaganda del nacionalismo patriotero produce monstruos y en las redes sociales cuenta con el amplificador perfecto para que sus efectos adquieran dimensiones de pandemia

La fábrica del odio necesaria para crear un ambiente prebélico está ya a pleno rendimiento y sus síntomas han pasado de la legión de juristas tan improvisados como seguros de sus argumentos que salieron de debajo de las piedras en los días previos al 1-O a los justificadores de la brutalidad policial sobre la base de que las ancianas ensangrentadas estaban donde no debían. Tampoco faltan quienes repiten a coro que las ancianas son de otras manifestaciones, de otros tiempos, víctimas de otras porras, o que la sangre que cae por sus rostros no es sangre, es mercromina. La maquinaria de agitación y propaganda del nacionalismo patriotero produce monstruos y en las redes sociales cuenta con el amplificador perfecto para que sus efectos adquieran dimensiones de pandemia. 

Lo que no había logrado con la xenofobia la Brunete mediática (hoy más bien hablaríamos de la Estrella de la Muerte del ciberespacio), pese a sus avances evidentes tras los atentados de este verano, lo puede estar consiguiendo ahora con la catalanofobia. No los llames personas, no los llames catalanes, no los llames votantes, llámalos separatistas y a partir de ahí sus cabezas merecerán todos los porrazos que les caigan y alguno más. 

El nuevo viejo fascismo ha resucitado sus dos fantasmas favoritos: la España rota y la España roja... o morada, tanto da. Sería insensato subestimar su capacidad de manipulación colectiva.

Ante este desolador e inquietante panorama, agravado por un discurso nada conciliador de Felipe VI ayer, desde Andalucía nos corresponde hacer algo más que mostrar nuestra lógica preocupación. Podemos y debemos proponer otro discurso

Ante este desolador e inquietante panorama, agravado por un discurso nada conciliador de Felipe VI ayer, desde Andalucía nos corresponde hacer algo más que mostrar nuestra lógica preocupación. Podemos y debemos proponer otro discurso. Andalucía está mejor situada que ninguna otra comunidad para introducir sensatez en un escenario donde faltan voces no ya con sentido de estado, sino con simple sentido común. Andalucía no es sospechosa ni de centralismo, lo demostró el 4 de diciembre, ni de separatismo. Conquistamos en la calle primero y después en las urnas nuestro derecho a ser reconocidos como nacionalidad histórica y a gozar de una autonomía plena. Cientos de miles de andaluces que emigraron a Cataluña, muchos de los cuales regresaron y viven entre nosotros, son testigos de la falsedad que se esconde tras los prejuicios y estereotipos con los que se busca enfrentar a pueblos en beneficio de los intereses de las élites dominantes. 

Andalucía, como comunidad profundamente diversa en su origen, alejada de cualquier esencialismo pero a la vez muy consciente de su particular identidad, Andalucía como comunidad doblemente castigada por el franquismo que la condenó al atraso socioeconómico y redujo su cultura milenaria a una triste caricatura de pandereta que después quiso hacer pasar como quintaesencia de lo español, está mejor situada que nadie para proponer una España federal, diversa, fraterna, con pueblos que respeten profundamente la idiosincrasia del otro, dispuestos a aprender y disfrutar de esa riqueza de lenguas, acentos y paisajes y a la vez ilusionada con la construcción de un proyecto común, compartido, que no deje a nadie atrás, a ninguna persona, a ningún pueblo, a ningún territorio. Un proyecto común en el que todos los pueblos que lo construyan se sientan cómodos. Una comunidad de naciones de la que cualquiera pueda irse pero nadie desee hacerlo porque todas se sientan respetadas en su diferencia, porque todas se sientan protagonistas y partícipes de esa tarea colectiva. Ese proyecto común por construir tiene un nombre y se llama estado federal solidario. O justo, si prefieren.

Aún no es tarde para recuperar el camino de la sensatez, el diálogo y la concordia

Podrá objetarse que plantear un horizonte así en medio del clima de crispación que reina a un lado y de desafección creciente al otro es propio de ilusos soñadores. Se podrá argumentar que la propuesta federalista llega tarde o que es inviable porque, como a menudo hemos oído decir desde Cataluña con pesar, en España no hay federalistas, aunque esa afirmación contraste un tanto con el hecho de que nunca antes en el Congreso había habido tantos diputados a favor del derecho a decidir. Con todo, ante esas dudas razonables yo preguntaría ¿cuál es la alternativa? ¿la huida hacia adelante hacia la independencia unilateral? ¿el retroceso del estado a épocas pasadas marcadas por el autoritarismo, la imposición y la uniformidad? ¿el choque de imprevisibles y temibles consecuencias al que parecemos abocados si cada cual sigue, como da a entender, aferrado a su propia hoja de ruta?

Aún no es tarde para recuperar el camino de la sensatez, el diálogo y la concordia. Aún estamos a tiempo de evitar un dramático enfrentamiento, uno más, en el que nadie puede ganar, de demostrar al mundo que cuarenta años después de la muerte del dictador somos capaces, ahora sin ruido de sables, sin coacciones ni temores, de construir un nuevo consenso adaptado al siglo XXI y a la realidad de un estado moderno y diverso que, a lo largo de nuestra historia, siempre fue una especie de tren al que otros se subían mientras a nosotros se nos escapaba. Es tiempo de demostrar nuestra madurez, de romper con los atavismos cainitas, de superar los frenos y los miedos que han lastrado nuestra historia. Es tiempo de subirse al tren de la libertad, la justicia y la fraternidad.

Hoy no es tarde todavía.



Jesús de Manuel Jerez es diputado de Podemos en el Parlamento andaluz por Granada.